EL MAYOR ÉXITO DEL MALOGRADO JACK LONDON
Colmillo
Blanco hace penetrar al lector en el misterio de la vida de un animal
extraordinario, y está considerada con toda justicia, como una de las novelas
clásicas del gran escritor norteamericano. Las aventuras de un cachorro,
mestizo de perra y lobo que no encontraba su lugar en ninguno de los dos mundos
y al que parecía perseguir la desventura adonde se dirigiera, nos hace
reflexionar sobre la crueldad humana, la hegemonía de los más fuertes y la
despiadada lucha por la libertad. Si bien se considera en términos generales
que es un libro pesimista, su tesis es la de que el ser humano no es bueno por
naturaleza, y sólo los fuertes consiguen alzarse en la vida que es dura; estos
seres serán los que pongan los cimientos para una sociedad más justa para
todos.
Colmillo
Blanco es el símbolo del conflicto humano entre la naturaleza y la sociedad,
entre la libertad y la esclavitud, ilustrando en la oposición entre perros y
lobos. Jack London no da respuesta sobre cual camino elegir. Colmillo Blanco
elige vivir entre humanos, en cambio Buck, protagonista de otra de sus obras La llamada de la selva, siendo un perro
doméstico decide, sin embargo, vivir entre lobos. Quizás esto viene a
significar que cada uno de nosotros somos un perro y un lobo, dependiendo de
las circunstancias.
UN PERFIL ATORMENTADO
Jack
London nació en San Francisco (California) el 12 de enero de 1876 y,
prácticamente, se educó por su cuenta. Hijo de una madre soltera y sin tener la
certeza de quién pudo haber sido su padre (aunque hay versiones que indican que
fue hijo del astrólogo William Chaney y que su verdadero nombre era John
Griffith Chaney), fue criado por Virginia Prentiss, una mujer que se convirtió
en su madre adoptiva. Al cumplir siete años, encontró la novela Signa de Ouída y tomó como referente a
su protagonista, un niño campesino que, sin haber sido escolarizado, se
convirtió en un famoso compositor de ópera.
London
completó sus estudios de bachillerato mientras realizaba diferentes trabajos.
Viajó a la costa de Japón en 1893 y, al regresar a su país, trató de ganarse la
vida en un molino de yute y en una central eléctrica del ferrocarril, pero
después de unirse a la marcha a favor del trabajo, conocida como “armada industrial
de Kelly”, terminó convirtiéndose en un vagabundo. Precisamente ese modo de
vida que decidió adoptar fue el motivo que lo llevó, en 1894, a pasar treinta días
en la penitenciaría de Erie County en la ciudad de Buffalo.
Pero
no siempre la vida de Jack London estuvo desestabilizada ya que, durante un
tiempo, desempeñó las funciones de marinero. Con el vagabundeo en el pasado,
quien supo ser un agitador político y desenvolverse como corresponsal de
guerra, comenzó a asistir a la Oakland High
School y a redactar artículos para la revista The Aegis. Por aquel entonces, el escritor publicó Typhoon off the coast of Japan, un libro
basado en sus experiencias como marino.
En
1897, agobiado por problemas económicos, debió abandonar sus estudios en la
universidad de California y viajó a Alaska, seducido por la fiebre del oro, circunstancia
que casi le costó la vida. Allí vivió en una cabaña y se dedicó a explorar una
mina en busca del metal precioso. Un año después, tras vivir múltiples
aventuras contrajo escorbuto y regresó enfermo y fracasado a su casa, de modo
que durante su convalecencia decidió dedicarse a la literatura. Un voluntarioso
periodo de formación intelectual incluyó heterodoxas lecturas (Kipling,
Spencer, Darwin, Stevenson, Marx, Poe y, sobre todo, la filosofía de Nietzsche)
que le convertirían en una mezcla de socialista y fascista ingenuo, discípulo
del evolucionismo y al servicio de un espíritu esencialmente aventurero.
Su
experiencia anterior no le deparó mucho oro, pero sí el material suficiente para
poder escribir. En el centro de su cosmovisión estaba el principio de la lucha
por la vida y de la supervivencia de los más fuertes, unido a las doctrinas del
superhombre. Esa confusa amalgama, en alguien como él que no era precisamente
un intelectual, le llevó incluso a defender la preeminencia de la “raza
anglosajona” sobre todas las demás.
Años
después, su capacidad literaria le permitió alcanzar éxito popular con una
colección de relatos titulada El hijo del
lobo, a la que luego se sumarían obras como Niños del bosque, La llamada
de la selva, El lobo de mar, Colmillo Blanco (su obra más famosa) y El pueblo del abismo, entre muchas
otras.
UN TRÁGICO FINAL
Además
de un prolífico escritor y lector empedernido, Jack London fue un hombre de
acción y siguió trabajando en los oficios más dispares: se alistó en el
ejército, fue pescador furtivo de ostras, surcó el Pacífico en un barco que se
dedicaba a la caza de focas, etc.
En
1900 se casó con Bess Maddern, con la que tuvo dos hijos y de la que se separó después
para casarse con su secretaria, Charmian Kittredge, junto a la que navegó por
el Pacífico y los Mares del Sur a bordo del Snack
y que le llevaría luego a escribir relatos basados en la cultura de la Polinesia.
Y
es que, sin duda alguna, el gran amor del escritor fue el mar y por ello se
embarcaba siempre que le era posible.
Fruto
de su afán por vivir nuevas experiencias, compró un rancho en California, Beauty Ranch, un enorme territorio que
se dedicó a explorar él mismo con su caballo, dedicándose también a la cría de
animales y al cultivo de las tierras.
El
22 de noviembre de 1916, Jack London, quien llegó a ser el escritor más popular
y leído de su tiempo, decidió terminar con su vida a los cuarenta años de edad,
suicidándose mediante una sobredosis de morfina.