LEGENDARIA Y MORTAL
La anaconda verde o
común, conocida como “la asesina sigilosa”, es una serpiente constrictora de la
familia de las boas, endémica de los ríos del trópico de Sudamérica. De todas
las de su especie es la de mayor peso. Se han dado casos de humanos adultos
atacados o incluso siendo sus presas.
Habita en las cuencas de
los ríos Orinoco, Napo, Amazonas, Paraguay y el Alto Paraná. Cuenta con
poblaciones en Guyana, Isla Trinidad, Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador,
Perú, Bolivia, hasta el norte de Paraguay.
DESCRIPCIÓN Y TAMAÑO
La anaconda es de color
verde oscuro, con marcos ovales de color negro y ocre en los flancos. El
vientre es más claro, y en la parte final de la cola muestra diseños de
amarillo y negro que son únicos para cada ejemplar. El hocico está cubierto por
seis escamas engrosadas, tres a cada lado, que constituyen el rasgo más
distintivo que separa a las especies de Eunectes
de las estrechamente relacionadas como boa.
La cabeza es estrecha y
no presenta un cuello marcado. Las narinas y los ojos están en una posición
elevada, facilitando así la respiración en el agua y la percepción durante los
largos periodos que la anaconda pasa sumergida. Los receptores olfativos se
encuentran en la lengua, como en todas las serpientes. El cuerpo es ancho y
musculoso, adaptado a la forma de sus presas. El único sector de todo el cuerpo
no cubierto por escamas se encuentra en la región caudal, en la zona de la
cloaca, la cual presenta espolones en sus inmediaciones, que son restos atrofiados
que otrora eran extremidades locomotoras.
Rara vez supera los
quince años, aunque se documentan casos de hasta cuarenta años.

Dieter Schmidt refiere que el récord lo tiene un ejemplar de 11,44 metros de longitud; en su libro Mantenimiento de las serpientes afirmó que si bien el Libro Guinness de los récords no lo reconoció, en 1944 se capturó un ejemplar en el río Orinoco, en Venezuela, que pesó 285 kilos y tenía 123 centímetros de circunferencia.
HÁBITAT Y COMPORTAMIENTO
La anaconda se siente a
gusto tanto en los árboles como en el agua; prefiere los estanques de aguas
quietas a las corrientes rápidas. Pasa la mayor parte del tiempo sumergida,
acechando a su presa; la posición superior de las narinas le permite sumergir
casi todo el cuerpo y su poderosa musculatura la hace una rápida nadadora.
Caza por lo general
animales que se acercan a beber, sujetándolos con sus mandíbulas y aferrándose
a ellos para enroscarse alrededor de su cuerpo y asfixiarlos. El ataque es extremadamente
rápido, en algo más de diez segundos ya han sometido a su presa. Si encuentra
la oportunidad de cazar en tierra, normalmente se descuelga desde una rama para
sorprender a su presa. Se enroscan a su presa formando anillos con su cuerpo
pero, por lo general, no es la fuerza de constricción lo que mata a la presa,
sino que le impide respirar, presionando el tórax para imposibilitar la
inhalación, y lo logran por la inmensa fuerza de su cuerpo.
La anaconda no tritura
sus presas, su mandíbula se desencaja, permitiéndole tragar la presa entera y
utiliza su fila de dientes interior (tienen cuatro filas de dientes, una
ordinaria y otra en el paladar) para ir avanzando sobre su alimento e irlo
introduciendo en su garganta. La digestión de una presa grande puede demorar
varias semanas, durante las cuales la serpiente se encuentra casi inactiva y
dormita en una rama o junto al agua.

Se han dado casos de
humanos adultos que se han convertido en sus presas.
También existen
anacondas caníbales, la mayoría hembras devoradoras de machos pequeños,
posiblemente para asegurar la supervivencia durante la temporada seca, cuando
escasean las presas.
En su fase adulta, las
anacondas solo pueden ser depredadas por el jaguar (aunque raras veces), el
cual es su mayor enemigo, aparte de los humanos.
REPRODUCCIÓN
El apareamiento de la
anaconda se produce entre los meses de abril y mayo, las hembras atraen a los
machos mediante una señal olfativa y éstos se congregan en torno a ellas a lo
largo de varias semanas. En la última fase del cortejo, hasta una docena de
machos se enrosca en torno a la hembra, luchando por acceder a la cloaca de
ésta, formando una bola característica; pueden permanecer enroscados de este
modo hasta quince días, muchas veces en aguas poco profundas hasta que la
hembra -más grande y más fuerte- escoge al vencedor del duelo.
Durante la cópula
propiamente dicha, los espolones del macho estimulan la región caudal de la
hembra; ambas cloacas entran en contacto y las colas se enroscan mientras se
produce la inseminación.
La anaconda no tiene
particular valor comercial, aunque su piel se usa ocasionalmente en
marroquinería. La principal amenaza para su conservación es la destrucción de
su hábitat, así como la caza por quienes la consideran un riesgo para el ganado
doméstico y los niños, sin tener en cuenta el papel que juega en el control de
las plagas de roedores.

La curiyú, como otros
ofidios, es comestible asada o frita después de quitarle la piel y quitarle las
vísceras cuidadosamente, dado que en ellas pueden tener parásitos. Por ser
comestible ha sido uno de los diversos ingredientes alimenticios para las
etnias indígenas en donde este ofidio se encuentra.