UNA EXTRAVAGANCIA MULTICOLOR
Ubicado
a menos de cuarenta kilómetros al sur del centro de Florencia, en la Toscana italiana, este
singular castillo está rodeado por un gran bosque de robles y se alza en la
cima de una colina. Más allá de cualquier comparación, resulta una singular
residencia de estilo morisco con intrincados diseños y colores. Data de siglos
y su fachada principal aseguran algunos “entendidos” que se asemeja al Taj Mahal indio y el
interior de sus estancias están decoradas al estuco, al parecer inspiradas en la Alhambra de Granada. Se
trata, sin duda, de una peculiar edificación que siempre fue ocupada por
relevantes personajes.
ENTRE LA HISTORIA
Y LA LEYENDA
La
historia de los orígenes de este castillo italiano se remonta al año 780, fecha
en que pudo haber acogido a Carlomagno, acompañado de su familia. Muchos siglos
después, el edificio pasó a manos de la familia florentina de Gualtierotti
hasta 1488. Sucesivamente también fue propiedad de Bindo Altoviti y de Giovanni
de Médicis.
En
1564 el Gran Duque Cosimo creó el área restringida de Sammezzano, una vasta
zona correspondiente en gran parte al territorio del municipio de Reggello, en
la cual fue prohibido pescar o cazar sin permiso. Posteriormente, Cosimo I se
lo dio a su hijo Fernando, el futuro Gran Duque.
En
1605, la residencia de Sammezzano fue comprada con fondos de la nobleza
española para Ximenes de Aragón y más tarde, una vez heredado en 1816 por
Ferdinando Panciatichi, entre 1853 y 1889 le dio el actual estilo morisco,
trabajando como diseñador y arquitecto. A lo largo de 1878 fue la sede del rey
de Italia, Humberto I.
Después
de la Segunda Guerra
Mundial, el castillo de Sammezzano fue utilizado como un hotel de lujo con
apartamentos y club de campo, hasta su cierre en 1990. A pesar de haberse
realizado algunas obras de restauración y tras venderse a una compañía
británica, quedó abandonado, cerrándose al público. Sin embargo, en abril de 2012 fue creado un
comité vinculado a Ferdinando Panciatichi Ximenes de Aragón para promover y
mejorar el edificio y todos sus bellos alrededores.
Una
historia tan singular como el propio castillo.
MAGNÍFICO PARQUE
El
parque se remonta a mediados del siglo XIX y fue construido por el propio
Ferdinando Panciatichi, haciendo uso de las tierras agrícolas existentes
alrededor de su propiedad y de un bosque de robles. Se plantaron un gran número
de especies de árboles exóticos, añadiendo elementos arquitectónicos también de
estilo morisco, como un puente, una cueva artificial con una estatua de Venus,
algunas piscinas, fuentes y otras creaciones decorativas en terracota. Sólo una
pequeña parte de los árboles del siglo XIX sobrevivió, pero en la actualidad
parece que existe un proyecto de restauración para preservar los de origen más
raro, aumentando así la riqueza botánica original. El parque alberga el mayor
grupo de secuoyas gigantes de toda Italia, con 57 ejemplares que miden más de 35 metros de altura, al
margen de ejemplares de ciprés, pino, abeto, palma, yuca, arce, cedro del
Líbano, fresno, almez, acacia, tilo y muchas otras plantas de gran interés.
DESCRIPCIÓN DEL INTERIOR DEL CASTILLO
El
hall de la entrada principal se eleva dos plantas y tiene una galería con
balaustrada calada, un techo de casetones multicolor y columnas pareadas con
capiteles papiro. El castillo cuenta con 365 habitaciones, una para cada día
del año y cada una de ellas tiene su propio nombre y se diferencia de las
demás, distribuidas en dos plantas.
En
el interior se encuentra la Sala
del Pavo Real con colores y geometrías realmente increíbles, el Salón Blanco de
mosaico marroquí, con suelos de baldosas y candelabros de hierro forjado que
cuelgan de los techos.
La Gran Rotonda
Blanca, la galería entre la Sala
de los Espejos y el octógono de la
Sala de Fumadores, la
Sala de los Lirios, el Salón de los Españoles, las
Estalactitas, los Amantes y también una pequeña capilla. En estos espacios que
se suceden unos a otros hay nichos ocultos, esquinas, ventanas, columnas,
caminos laberínticos, capiteles, arcos, bóvedas y cúpulas.
Encima
de un arco destacan las palabras Non Plus
Ultra, que significa “nada más allá” en latín, que en la mitología griega
era una advertencia que marcaba a los exploradores el borde de un mundo plano,
quizás comunicando la intención del arquitecto de llevar a los visitantes,
literalmente, fuera de este mundo, a interiores asombrosos.
Las
bóvedas de estuco policromado de la
Sala del Pavo Real, recuerdan la forma de la cola de esta
ave, inspirando el nombre de este salón. La parte inferior de las paredes son
de azulejos de cerámica translúcida, con un pedestal de mármol, mientras que
las columnas son de estuco pintado. El pavimento es de mayólica creando formas
geométricas.
En
uno de los laterales de la planta aparece la Gran Rotonda coronada por una
cúpula de cristal y rodeada de un balcón. Los escudos que adornan la base de la
cúpula soportan estas inscripciones: Fortitudo,
Misericordia, Elementia, Temperancia, Pax, Prudentia, Justitiz, Libertas, mientras
que en el segundo paso alrededor de la cúpula tiene una inscripción con el
nombre del marqués d’Aragón, reconociéndolo como autor del hall en el año 1863.
Sus iniciales FPX se repiten en las paredes y encima de las puertas. La sala
está completamente decorada con estucos blancos y se enriquece con un
artesonado policromado y paneles con vitrales.
La
característica sobresaliente del Salón Español es el techo, que tiene muchos
platos de cerámica revestidos de oro e incrustados en las decoraciones de
estuco policromado.
Por
lo que hace referencia al Salón de los Amantes, está dedicado a las parejas más
famosas de la literatura caballeresca (Clorinda y Tancredo, Lancelot y Ginebra,
Tristán e Isolda, y así sucesivamente), cuyos nombres están escritos en oro
entre las elaboradas decoraciones de estuco blanco, mientras que otras
inscripciones alaban el poder de amar.
La Sala de los
Lirios está decorada con estucos, cerámicas y vidrieras. Esta sala lleva el
nombre de los lirios heráldicos que mejoran las columnas.
Las
paredes de la estructura exterior han sido realizadas con ladrillo de arcilla
roja y piedra.
Las
paredes fueron decoradas con estucos pintados en vivos colores, en algunos
espacios con aplicaciones de mármoles y cerámicas esmaltadas, piezas labradas
de terracota, piedra y metal. Los techos artesonados.
En
los suelos se han colocado baldosas moriscas y venecianas, formando dibujos
geométricos.
La Sala del Pavo
Real está corada con azulejos de cerámica translúcida y formas geométricas en
mayólica.
La Sala de los
Platos Españoles toma su nombre de las decenas de placas esmaltadas,
procedentes de la Península Ibérica
puestas en su techo de crucería.
Finalmente,
la cúpula de la Sala Blanca
está cubierta con un complejo patrón de estuco blanco. Debajo está la
habitación de los Enamorados.
¿Castillo?
¿Residencia? ¿Éxtasis arquitectónico? Resulta muy difícil catalogar a un
edificio de estas características. En realidad se trata de una extravagancia
multicolor.