UN VIAJERO MÍTICO Y LEGENDARIO
Se han cumplido ochenta
años de la muerte del héroe de la rebelión árabe en Oriente Medio. La mañana
del 13 de mayo de 1935, Thomas Edward Lawrence fue con su motocicleta a la
oficina de correos de Bovington a enviar un telegrama. En el trayecto de
regreso, al volver a Clouds Hill y cuando circulaba a unos 65 kilómetros por
hora, tras coronar una colina se encontró con dos ciclistas. Viró bruscamente
para esquivarlos y perdió el control, saliendo despedido y golpeándose contra
el suelo. Sufrió una fractura múltiple de cráneo. Debido a su reacción, los dos
jóvenes sobrevivieron, pero Lawrence, sin haber recuperado el conocimiento,
falleció seis días después.
UN APASIONADO DE LA ARQUEOLOGÍA
Thomas Edward Lawrence
nació en la madrugada del 16 de agosto en Tremadoc (Gales). Fue hijo ilegítimo
del aristócrata anglo-irlandés Thomas R. Chapman y Sarah Junner, institutriz,
siendo el segundo de los cinco hijos de la pareja.
Lawrence ingresó en el
Oxford City High School, donde estudió hasta graduarse en el verano de 1907. Su
interés por la historia medieval, por las Cruzadas y la Arqueología se remonta
a ésta época y a las excursiones a pie y en bicicleta con su padre y hermanos.
En octubre de aquel año
se matriculó en el Jesús College de la universidad de Oxford con una pequeña
beca. Animado por David George Hogarth, arqueólogo especialista en Oriente
Medio y director del Ashmolean Museum de Oxford, emprendió en el verano de 1909
su primer viaje a Oriente Medio.
El 7 de julio Lawrence
desembarcó en Beirut (Líbano) e inició el estudio de los castillos de los
Cruzados para su tesis de Oxford. En un viaje a pie de más de 1.700 kilómetros,
llegó a explorar hasta 36 castillos, aprendió árabe, tomó notas minuciosas
sobre el terreno, dibujos e incluso fotografías.
Presentó su tesis sobre
la arquitectura militar de las Cruzadas con todo el material obtenido durante
su viaje. Se graduó en Historia con todos los honores.
En otoño, fue invitado
por su mentor Hogarth a unirse a la expedición arqueológica que el Museo
Británico había organizado para trabajar en los yacimientos hititas de
Karkemish, a orillas del Éufrates (frontera turco-siria).
Al poco tiempo de licenciarse y durante varias temporadas
de excavaciones bajo la dirección de Leonard Woolley, Lawrence trabajó como
arqueólogo, pero también amplió sus conocimientos de la lengua y la cultura
árabes, descubriendo su interés por los problemas histórico-políticos de la
región. Aquella fue una de las etapas más felices de su vida, según él mismo
llegó a manifestar.
DESTINADO A ARABIA
A comienzos de 1914, y
de acuerdo con el Museo Británico, Woolley y Lawrence fueron enviados a la
península del Sinaí donde debían unirse a la expedición del capitán Stewart F.
Newcombe. La función de los arqueólogos era dar una apariencia académica a lo
que en realidad se trataba de un estudio topográfico de carácter militar. En el
mes de marzo Lawrence estaba de regreso a Karkemish, donde empezó a redactar un
informe sobre su trabajo.
El 28 de junio de 1914,
el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero
del trono austro-húngaro, fue el detonante de la Primera Guerra
Mundial. Lawrence se presentó como voluntario, pero no fue admitido hasta
octubre en el Geographical Section of the
general Staff, primero como civil y más tarde como segundo teniente. Como
hablaba árabe y tenía buenos conocimientos sobre el Imperio otomano,
posteriormente fue designado para trabajar en el Servicio de Inteligencia del Ministerio de la Guerra británico y
destinado a El Cairo (Egipto). Su trabajo consistió en hacer mapas, interpretar
información de diversas fuentes y diseñar estrategias de tipo político. Esta
misión la cumplió durante dos años, redactando informes sobre la situación
política en el seno del Imperio.
En el mes de abril llegó
a una crisis la campaña iniciada en Mesopotamia por el mando inglés para
proteger los intereses británicos en el golfo Pérsico. En los meses siguientes
la rebelión árabe alcanzó un punto crítico.
En otoño, Lawrence fue
designado para acompañar hasta Arabia a Ronald Storrs, secretario para Oriente
en la Agencia Británica en
El Cairo. El 16 de octubre, ambos llegaron a Arabia en una misión secreta en
apoyo de la rebelión árabe. Aquel viaje iba a cambiar la vida de Lawrence.
Entretanto, en las
provincias meridionales del Imperio otomano se había desatado la rebelión árabe
contra los turcos, encabezada por el Jerife Hussein, descendiente del profeta
Mahoma y soberano de la provincia del Hijaz en la que se encontraba La Meca, ciudad sagrada del
Islam. Durante años, los diplomáticos británicos se habían comunicado en
secreto con Hussein, ofreciéndole garantías de que la Corona compartía su sueño
de una nación árabe, prometiéndole ayuda. Lo que Hussein ignoraba (y Lawrence
también) era que, al mismo tiempo, Gran Bretaña estaba firmando el pacto
conocido como Convenio Sykes-Picot, por el que, si los aliados ganaban la
guerra, se repartirían entre ellos los territorios del Imperio otomano.
Ronald Storrs visitó al
Jerife Hussein y le prometió fondos y material, disponiendo que Lawrence se
quedara con él para evaluar la situación.
El 23 de octubre y
después de un largo viaje, Lawrence conoció en su campamento a Feisal, hijo del
Jerife Hussein y uno de los cuatro hermanos que lideraban a los árabes. La
entrevista fue decisiva dado que Feisal le causó una honda impresión.
Lawrence regresó a El
Cairo lleno de entusiasmo por la causa árabe y con su característica tenacidad
logró que a finales de noviembre le destinaran como enlace temporal al ejército
irregular de Feisal, acampado en Yenbo.
Durante el periodo
1916-1918, Lawrence sirvió a los árabes como asesor de Feisal y a Gran Bretaña
como enlace del general Allenby. Por aquel entonces ya conocía el acuerdo
secreto Sykes-Picot suscrito en mayo de 1916 y que definía las ambiciones
territoriales de Inglaterra y Francia en Oriente Medio una vez derrotada
Turquía. Sin embargo, se embarcó en la aventura árabe con la convicción de que
si lograba establecer a la insurrección árabe como un aliado de plena igualdad
gracias a su eficacia, y los árabes llegaban a Damasco antes que sus aliados,
conquistando su independencia, el tratado habría resultado inútil. Este
razonamiento contradictorio y, sin embargo válido, es el que inspiró su intervención
en el avance de las fuerzas irregulares de Feisal a lo largo de la costa del
mar Rojo, con incursiones tierra adentro para atacar el ferrocarril del Hijaz,
utilizando dinamita para debilitar al enemigo e inmovilizar sus tropas,
esquivando las fortalezas turcas y levantando sucesivamente a las tribus de la
región en un brillante ejemplo de guerra de guerrillas.
AKABA Y DAMASCO
En el mes de mayo,
Lawrence y un grupo de medio centenar de hombres en camellos, salió de Al Wajh,
el cuartel general de Feisal, líder de la revuelta árabe contra los turcos. Al
frente de la expedición se encontraban: Nasir, el jerife exiliado de Medina;
Auda Abu Tayi, jefe de la tribu de los howeitat
y el propio Lawrence.
Diez días más tarde
alcanzaron el ferrocarril de Deraa y volaron la línea férrea. El 20 de mayo
cruzaron la llanura árida de El Houl en medio de un océano de arena y bajo un
sol sin piedad. Más adelante, entraron en la zona del Wadi Sirhan, llegando a
Maan. Tal maniobra confundió a los turcos. Consiguieron aplastar a todo un
batallón turco en Aba el Lissan y más tarde la posición de Kahdra.
El 6 de julio, dos meses
después del comienzo de la expedición, tras luchar contra una terrible tormenta
de arena, recorrieron los últimos kilómetros derrotando a los turcos y
apoderándose del puerto de Aqaba.
Las tropas de Feisal se
desplazaron al norte, mientras Lawrence prosiguió con sus ataques a la línea
del ferrocarril del Hijaz. Tras el fallido intento de dinamitar el puente sobre
el río Yarmuk, atacó el tren en Minfir a principios de noviembre de 1917 y
luego realizó una incursión en solitario a Deraa, un centenar de kilómetros al
sur de Damasco. Durante aquel reconocimiento fue capturado por los turcos,
vilmente torturado y sodomizado, aunque al final logro escapar.
En los primeros días de
octubre de 1918, tras derrotar al ejército turco al sur de la ciudad, Feisal
precedido por Lawrence, llevó a su ejército hasta la capital siria. Las tropas
árabes celebraron la captura de la antigua ciudad de Damasco y Feisal ibn Hussein
fue proclamado rey de Siria.
Profundamente
desilusionado por las desavenencias y la lucha por el poder entre los países
aliados y asqueado por las atrocidades de la guerra de las que se sentía
también responsable, Lawrence le pidió permiso al general Allenby para
abandonar Damasco y regresar a Inglaterra vía El Cairo.
Por aquel entonces, los
relatos de sus hazañas ya se habían difundido desde el Ministerio de la Guerra al gabinete y de
allí al Parlamento y a todo el Reino Unido. El público no tardó en conocer su
historia y de tal forma comenzó a crearse el personaje al que ya muchos
calificaban como “el rey sin corona de Arabia”.
Mientras, Lawrence vivía
afligido por las ilusiones perdidas, odiándose a sí mismo por su complicidad en
el engaño de Gran Bretaña, el mundo le ensalzaba a todos los niveles. Aún tuvo
el valor suficiente para presionar a los ministros del gabinete, testificar
ante las más altas instancias, escribir cartas al Times, incluso acudir a la capital francesa a la conferencia de
paz.
En enero de aquel año se
inició en París la citada conferencia que daba por terminada la guerra y que
culminaría con el Tratado de Versalles. Lawrence participó en ella como miembro
de la delegación inglesa y de la delegación árabe encabezada por Feisal.
La conferencia
constituyó una gran decepción para Lawrence y Feisal tras proclamarse como
válido el aborrecido pacto Sykes-Picot, completamente desfavorable a los
intereses árabes y que fuera firmado por el primer ministro británico Lloyd
George y su homólogo francés Clemenceau en diciembre de 1918.
Feisal abandonó la
conferencia rumbo a su precaria capital de Damasco, sin haber recibido
concesiones esenciales por parte de sus aliados.
Incluso en una ceremonia
que tuvo lugar en el palacio de Buckingham, Lawrence llegó a rechazar las
condecoraciones militares que le fueron otorgadas por el propio rey George V,
alegando estar disconforme con el trato injusto que daba Gran Bretaña a sus
amigos de Arabia.
Con posterioridad se
refugió en Oxford, sumergiéndose en la redacción de la historia de la rebelión
árabe a la que tituló Los siete pilares
de la sabiduría.
Aprovechando su
popularidad, participó en debates, publicó artículos en prensa y colaboró con
el periodista americano Lowell Thomas que llegó a escribir su biografía. En
otro orden de cosas, Lawrence podía haber aspirado a un cargo importante y
obtenerlo sin problemas, incluso pudo haberse dedicado a la diplomacia como le
sugirió Churchill, representando al gobierno británico en altos comités, sin
embargo, prefirió vivir en el más absoluto anonimato.
A finales de 1921
regresó a Londres. El capítulo árabe estaba cerrado.
EL EXTRAÑO CAPÍTULO FINAL DE SU VIDA
En agosto de 1922, con
el beneplácito de Winston Churchill y Hugo Trenchard, jefe de la Fuerza Aérea se alistó como
soldado raso en la Royal Air
Force (RAF) y lo hizo con el seudónimo de John Hume Ross.
Se inició en el
adiestramiento básico como cualquier recluta recién llegado al ejército,
tratando siempre de pasar al olvido. No obstante, fue localizado por un
reportero e identificado como Lawrence. Ante el escándalo mediático que se
produjo, tuvo que abandonar y solicitar un nuevo destino.
A los dos meses volvió a
las fuerzas armadas, pero en aquella ocasión a la
Tank Corps, la unidad de
carros de combate del ejército de tierra, utilizando un nuevo seudónimo:
T.E.Shaw. La argucia dio resultado, pasando inadvertido entre sus deberes
militares y sus escapadas a Clouds Hill, la pequeña casa rústica que había
adquirido pensando en su vejez y donde podía montarse en las motos Brough que
le apasionaban.
En 1925 se atendió su
solicitud de traslado a la RAF,
siendo destinado a la Escuela
de Cadetes como soldado raso.
Dado que cabía prever
que la publicación de su libro Los siete
pilares de la sabiduría podía llevar consigo otro revuelo mediático,
Lawrence solicitó un destino fuera de Inglaterra.
Pasó un cierto tiempo en
la India,
primero en Karachi (hoy Pakistán) y luego en Miranshah, en la frontera con
Afganistán. Durante este periodo estuvo dedicado a tareas administrativas, pero
con mucho tiempo disponible se ocupó de seguir las vicisitudes de sus libros
recién publicados y mantuvo correspondencia con algunos de sus amigos, como
Winston Churchill y George Bernard Shaw. En aquella época también inició un
borrador de otra de sus obras importantes: The
Mint.
Volvió a formarse un
cierto revuelo en torno al personaje de Lawrence, especialmente entre la prensa
sensacionalista. Llegó a decirse de él que estaba trabajando en secreto como
miembro del Servicio de Inteligencia
británico, otros afirmaban que actuó como espía, así como un largo etcétera de
elucubraciones.
De regreso a Inglaterra,
en marzo de 1929 encontró refugio en la base de la RAF en Cattewater (Plymouth),
donde se desarrollaban prototipos de lanchas rápidas para salvamento. En dicho
destino permaneció más de cuatro años, a lo largo de los cuales pudo practicar
su gran afición a las máquinas y los motores. Sin embargo, llego el día que
tanto temía: el 25 de febrero de 1935 le dieron el retiro obligatorio de la RAF.
Con 47 años y evidente
desazón, tristeza y angustia ante la nueva fase de su vida, tuvo que
conformarse con dedicar su tiempo a acondicionar su casa de Clouds Hill en
Dorset.
La mañana del 13 de mayo
de 1935, Lawrence encontró la muerte mientras conducía su motocicleta de
regreso a su casa de Clouds Hill.
Fue tal la admiración
que en el mundo entero llegó a despertar Thomas Edward Lawrence que, incluso
después de muerto, se puso en tela de juicio el accidente que le costó la vida.
Al respecto, surgieron infinidad de rumores y absurdas suposiciones que
hablaban sobre que, con otro nombre ficticio, se encontraba realizando misiones
secretas en otros países. La trágica realidad fue que Lawrence perdió la vida
en el accidente de motocicleta y su cuerpo fue enterrado en Moreton. Pero por
encima de todo estaba la necesidad de la gente, incrédula de tanto admirarle,
que se resistía a admitir que el legendario Lawrence de Arabia, hubiese
fallecido como un simple mortal.
El mundo del cine le
dedicó un auténtico homenaje con el film que dirigió David Lean e interpretó de
forma magistral Peter O’Toole junto a un excepcional reparto de actores. La
película cosechó hasta siete premios de la Academia de Hollywood.
Hombre
camaleónico forjado en mil contradicciones, ascético, con personalidad de
exasperante complejidad y famoso a su pesar, el tiempo se encargará de revelar
que Thomas Edward Lawrence fue siempre un espíritu libre, el alma de la
revolución árabe y un protagonista destacado de la historia del siglo XX.