A TRAVÉS DEL CAMINO DEL CID
(6 y 7)
El
Ramal de Castellón o la línea defensiva del norte, tiene su recorrido desde
Sagunto hasta la capital castellonense, atravesando las provincias de Castellón
y Valencia.
A
lo largo de esta ruta predominan los cultivos de naranjos y las suaves y
cálidas playas, bajo la sombra de las sierras que corren paralelas a la costa,
siguiendo la línea defensiva que el Cid creó a lo largo de la costa levantina
para defender Valencia: Sagunto, Almenara, Burriana y Castellón son las plazas
citadas en el Cantar.
Un
corto recorrido por el litoral mediterráneo, principalmente castellonense,
lleva al viajero sin prisa a través de algunas playas agradablemente
solitarias, como las de Burriana o Chilches, a la vez que, ante la visión de
las fortalezas de Sagunto y Almenar, imagina las vicisitudes del Cid o el
desamparo de los habitantes locales al paso de los distintos ejércitos y
mesnadas que recorrieron esta zona durante la Edad Media, sujeta igualmente al
ataque de los piratas.
Arranca
la ruta al norte de Castellón, concretamente en el castillo de Montornés (en el
término municipal de Benicasim), y al respecto la propia historia narra que, al
regreso de Bairén (enero de 1097), donde las tropas del Campeador junto con las
de Pedro I (el Grande) lograron una gran victoria sobre el ejército almorávide,
descansaron en Valencia. No obstante, de inmediato tuvieron que partir hacia
Montornés para realizar una incursión, no en balde el castillo de esta población,
que se encontraba en un enclave avanzado de Aragón en la costa mediterránea (sometido
poco antes por el rey Sancho Ramírez de acuerdo con el Cid), se había rebelado
contra el rey aragonés.
El
siguiente punto de la ruta lleva hasta Burriana, que se encuentra frente a la
costa mediterránea y es la parte más llana de la comarca de la Plana, rodeada
de campos de naranjos. Fue en Burriana donde en junio de 1094 se concertó una
alianza entre Rodrigo Díaz y Pedro I de Aragón a fin de hacer frente a los almorávides.
En virtud de este pacto, el Cid partió a finales de 1096 con la ayuda de tropas
aragonesas para abastecer de municiones y víveres su fortaleza de Peña
Cadiella, y así dominar los accesos a Valencia desde el sur por la ruta
interior en el curso de las operaciones de dominio sobre Levante.
Siguiendo
por Nules y La Llosa se llega al siguiente enclave del Camino del Cid: Almenara.
LAS CONQUISTAS DE ALMENARA Y MURVIEDRO (SAGUNTO)
El
Cid viéndose amenazado por la peligrosa presencia almorávide en Murviedro, con
la que las tropas del emir Yusuf ibn Texufin aprisionaban Valencia (tanto por
el norte desde Sagunto, como desde el sur desde Alcira), reaccionó de inmediato
y reunió a su mesnada para atacar.
Al
ver llegar a las tropas del Campeador, el alcaide almorávide Abu-iFath, marchó
de Murviedro y fue a refugiarse en el castillo de Almenara, unos diez
kilómetros más al norte. Rodrigo no vaciló ni un instante y procedió a cercar
la plaza. Los refugiados en Almenara resistieron tenazmente y sólo después de
tres meses de asedio y duros combates, acabaron rindiendo la fortaleza.
Una
vez ocupada y organizada la vida en su nueva conquista de Almenara, anunció su
intención de regresar a Valencia e hizo todos los preparativos para ello; pero
su intención, que guardaba en lo más secreto de su corazón, era muy otra; había
decidido sitiar hasta lograr la rendición la gran fortaleza de Murviedro o
Sagunto.
Tras
realizar sus plegarias, el Campeador puso sitio inmediatamente a la fortaleza
de Murviedro, hostigándola con toda clase de saetas, dardos y armas
arrojadizas, y combatiendo sus muros con diversas máquinas de asedio, de modo
que tanto los defensores del castillo como los que en él habitaban, tuvieron
mucho que padecer; además apretó el cerco en torno a la plaza de manera tan
completa que hizo imposible cualquier entrada o salida de la fortaleza.
Los
defensores de Murviedro enviaron emisarios pidiendo ayuda a los príncipes
musulmanes y cristianos, al rey Al-Mustaín de Zaragoza, al rey de Albarracín,
al conde de Barcelona e incluso al propio rey Alfonso VI, siendo éste último
quien respondió: “Creeedme con toda
firmeza, no enviaré ningún socorro, porque prefiero que Rodrigo sea el dueño y
señor del castillo de Murviedro, antes que cualquier sarraceno”.
El
Cid entró en Murviedro el 24 de junio de 1098.
ANILLO DE MORELLA
A
través de un recorrido que tiene su principio y final en la Iglesuela del Cid,
cruza por las provincias de Teruel y Castellón.
De
gran interés histórico, cultural y medioambiental la ruta atraviesa fascinantes
parajes de sierra, la muy noble ciudad de Morella, así como Olocau del Rey, el
famoso nido de águila del Cid, lugar en el que, según muchos estudiosos, el
Campeador emplazó una fortaleza desde donde controlar la zona.
Resulta
difícil encontrar una ruta tan interesante como el Anillo de Morella que
discurre por parajes que fueron recorridos históricamente por Rodrigo Díaz de
Vivar, si bien en muchos casos la escasez de datos impide identificar con
exactitud los lugares cidianos. Por sus recursos históricos, artísticos y
paisajísticos, esta ruta, que tiene su epicentro en Morella, posee un alto
valor turístico.
Situada
en la encrucijada de tres antiguos reinos peninsulares, la capital de la
comarca de Els Ports, en la provincia
de Castellón, geográficamente forma parte de las últimas estribaciones del
Sistema Ibérico, en medio de un agreste paisaje con cultivos de secano y
bosques de pinos y carrascas.
Con
una interesante artesanía textil y no menos preciada gastronomía, además de
rica en fiestas y folklore, Morella muestra con orgullo las murallas y el
impresionante castillo que la convirtieron en un bastión inexpugnable, amén de
una serie de vestigios de incalculable valor que hablan inequívocamente sobre
su protagonismo durante muchos siglos en los que llegaron a escribirse en estas
tierras algunas de las más atormentadas páginas de nuestra historia.
El
Cid Campeador recorrió la comarca en numerosas ocasiones, llegando hasta el
castillo de Morella, convertido hoy en vértice de la ciudad amurallada, uno de
los conjuntos histórico-artísticos más destacados de la geografía cidiana.
A
medida que el viajero se aproxima, experimenta una extraña sensación, como una
ansiedad incontenible que sólo queda satisfecha cuando, tras los últimos
recodos de la carretera, ante su vista y en una excepcional panorámica aparece
el colosal peñasco, dominando el castillo y, a su alrededor, en las mismas
laderas de la montaña, todas las edificaciones de la ciudad como si tratasen de
agruparse en torno a la cima, protegidas por la gran muralla de 2.500 metros de
longitud. Una auténtica plaza fuerte con catorce torres de defensa y seis
puertas de entrada, de ahí su importancia estratégica en otras épocas.
Al
llegar a sus inmediaciones y penetrar en la ciudadela fortificada, comienza
para el visitante un denso recorrido a través de la historia de la que Morella
fue escenario de privilegio.
Narra
la historia que, después de la expedición depredatoria del año 1083 por las
comarcas aragonesas sometidas al rey Sancho Ramírez y próximas al castillo
musulmán de Monzón, las huestes del Campeador, por encargo del rey Al-Mutamín,
se dirigieron contra el reino-taifa de Lérida. Entró por tierras de Al-Fagit
(hermano de Al-Mutamín) y las saqueó, infiriendo en ellas grandes daños y
destrucciones, sobre todo en la comarca próxima a Morella, pues no dejó en
ellas ni una casa en pie que no asolara, ni ningún objeto de valor que no se
llevara consigo. Atacó al mismísimo castillo de Morella, llegando hasta sus
puertas y causando a dicha fortaleza enormes daños.
Esta
expedición contra Morella fue mucho más que una simple entrada intimidatoria;
sus objetivos eran mucho más amplios y duraderos; se trataba de establecer en
el corazón del futuro Maestrazgo una firme base permanente de operaciones.
En
la segunda mitad del año 1091 se dejaba ya sentir la amenaza almorávide, a la
que no podía ser insensible Rodrigo Díaz. Una vez restaurada Peña Cadiella y
asegurada otra base de operaciones como lugar de refugio, marchó a Valencia y
desde allí a Morella donde se detuvo unos días a descansar.
Al
final, volvió a la capital valenciana para celebrar la festividad de la
Natividad del Señor de aquel año.
CASTILLO DE OLOCAU : EL NIDO DEL ÁGUILA
Transcurridos
tres meses desde la rendición de la ciudad de Valencia. El Cid apenas contó con
el tiempo necesario para organizar la administración, la justicia, la
fiscalidad y la vida de una población que volvía a la vida tras más de seis
meses de extenuante asedio.
Inmediatamente
después de su victoria en Valencia, dirigió sus armas contra el castillo de
Olocau, sito a unos treinta kilómetros al nordeste de la capital valenciana,
donde se apoderó de una buena parte del tesoro del rey Al-Qadir. Con este botín
pudo el Cid ordenar un reparto equitativo del mismo entre sus hombres.
El
siguiente objetivo del Campeador y su mesnada fue el castillo de Serra, a
veinticinco kilómetros al norte de Valencia, que fue igualmente ocupado. Estas
operaciones guardaban cierta relación con la búsqueda y recuperación de las
partes que faltaban del tesoro del último rey de Valencia, el desgraciado
Al-Qadir, asesinado por órdenes del cadí Ibn Yahhaf.
En la siguiente etapa del Camino del Cid el viajero abandona la
zona levantina, para desde Cella (Teruel) dirigirse a la ciudad de Valencia y
en ella poder revivir uno de los grandes triunfos de la historia del Campeador.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)