A TRAVÉS DEL CAMINO DEL CID
(4 y 5)
El
llamado Anillo de Montalbán sigue las correrías del Cid por Huesa y Montalbán a
lo largo de la provincia de Teruel, desde Luco de Jiloca hasta Calamocha.
Este
recorrido rememora las andanzas de Rodrigo Díaz por los territorios turolenses
en busca de recursos con los que mantener a sus huestes, en concreto por las
localidades de Monforte de Moyuela, Huesa del Común y Montalbán.
El
Anillo, que arranca pasado Luco de Jiloca para regresar a Calamocha, depara,
por su interés histórico y medioambiental, numerosas sorpresas a quienes lo
recorren. El itinerario discurre por parajes fascinantes por su sobria y
solitaria belleza, y tiene como hito principal la localidad de Montalbán, sede
de la Encomienda Mayor de Santiago.
Luco
de Jiloca es una localidad perteneciente al municipio de Calamocha. En ella
destaca su puente romano sobre el río Pancrudo, que formaba parte de la calzada
que unía en la remota antigüedad Césaraugusta y Cástulo, así como la iglesia
parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, de estilo barroco, en la que llama
la atención su cabecera, con capillas laterales cubiertas por cúpula con
linterna. Especial interés merece, asimismo, la casa-palacio de los marqueses
de Montezuma, con las características propias de los palacios renacentistas
aragoneses del siglo XVII, así como la casa rectoral, edificio gótico con
hermosa portada.
En
las proximidades, se encuentran diferentes ermitas, todas ellas de estilo
barroco: la de Santa Bárbara mártir, la de la Virgen del Rosario y la del Santo
Cristo.
En
el fondo del valle tributario del río Pancrudo, Cuencabuena es la siguiente
población que aparece en la ruta. Conserva el trazado urbanístico de la época
medieval. La iglesia parroquial de los santos Justo y Pastor, construcción
barroca, destaca por su torre de aspecto defensivo, que ya formaba parte de la
anterior iglesia gótica. Entre su arquitectura civil, Cuencabuena conserva su
lonja y una casona del siglo XVI perteneciente al renacimiento aragonés, además
de dos peirones.
Tras
cruzar Ferreruela de Huerva y siguiendo en la comarca del Jiloca, el Camino del Cid lleva al viajero a
Cucalón, pequeña población de apenas un centenar de habitantes en la que
sobresale la ermita de Santa Ana y restos de una construcción medieval.
Monforte
de Moyuela es uno de los hitos importantes del camino. Estaba emplazado
originalmente junto a su castillo, desplazándose después al llano. Desde los
inicios de la Reconquista, tuvo una gran importancia estratégica: era el punto
de contacto entre la llamada “depresión del Ebro” y las serranías ibéricas en
la “Extremadura aragonesa”.
Monforte
aparece en las crónicas como una de las menciones documentales más antiguas de
la redolada, ya que se repobló en 1157, año en que Ramón Berenguer IV la toma
dándole Carta de Población, con los fueros de Zaragoza y fijando los términos
del lugar.
DE HUESA DEL COMÚN A MONTALBÁN
Otra
pequeña población, ésta perteneciente a las Cuencas Mineras, es la de Huesa del
Común. Está situada en las estribaciones de la sierra de Oriche, en el Sistema
Ibérico. En el devenir de la historia fue siempre una plaza fuerte del reino de
Aragón.
Antiguamente
se la conocía como Ossa y aún
conserva los restos de un imponente castillo roquero de la época musulmana, el
castillo de Peñaflor, así como un puente muy antiguo sobre el río Aguasvivas.
La
Hoz de la Vieja es otra población muy antigua, sus orígenes pueden remontarse
al 235-220 a.C. y al asentamiento romano que existió a espaldas de las plazas
fuertes cartaginesas de Amílcar Barca, Adrúbal y Aníbal. Formarían en ella su
campamento de invierno al abrigo de sus montañas en el desfiladero u hondonada
del actual La Hoz.
Su
castillo o torre rectangular es de buena mampostería reforzada en sus esquinas
por piedras de sillería y se conserva en buen estado. Esta torre es una de las
más interesantes del reino, manteniendo intactas las almenas.
En
el interior de la población destaca la iglesia parroquial en honor de Nuestra
Señora de las Nieves, de estilo gótico.
Por
su parte, Montalbán recibe el nombre del castillo que presidió durante muchos
años el casco urbano de la villa, sobre la margen izquierda del río Martín. Su
historia se halla estrechamente vinculada al castillo y a la Encomienda de
Santiago. Sin embargo, de la fortaleza y monasterio sólo persisten los
cimientos ya que fueron destruidos en el siglo XIX.
Montalbán
aparece en el Cantar del Mio Cid ya
que el Campeador dominó la sierra de Segura y Montalbán a finales del siglo XI.
No se conoce con exactitud la fecha en la que esta villa fue reconquistada a
los musulmanes, pero Ramón Berenguer IV se apoderó de la misma en torno al año
1160.
A TRAVÉS DEL MAESTRAZGO
El
llamado Anillo del Maestrazgo es una ruta semi-circular desde Rubielos de Mora
a Montanejos, en las provincias de Teruel y Castellón.
Esta
ruta de alto valor cultural y medioambiental, situada en un espacio natural
único, la sierra del Maestrazgo, atraviesa poblaciones y enclaves de gran
importancia medieval, algunas de las cuales estuvieron sometidas directamente o
tributaron al Cid histórico. Parte de Rubielos de Mora para entrar por
Villafranca del Cid al Maestrazgo castellonense, hasta llegar a la ciudad de
Onda, cuyos gobernantes musulmanes rindieron tributo al Campeador, y desde allí
regresar al camino principal por los parajes cortados de Montanejos, también
tributaria del Cid.
La
ruta se inicia en Rubielos de Mora, localidad y municipio de la comarca
Gúdar-Javalambre en la provincia de Teruel.
Cuenta
con un casco urbano muy conservado. De las siete entradas al recinto
amurallado, tan sólo se conservan dos: el Portal de San Antonio y el del
Carmen. El primero fabricado en sillería y mampostería, posee una de las torres
y puertas más bellas de todo Aragón. El segundo incluye, como parte del propio
elemento arquitectónico, una capilla barroca dedicada a la Virgen del Carmen.
Otros
edificios notables son la Casa Consistorial de estilo renacentista y la antigua
Lonja del pueblo. Diversas casas de la nobleza jalonan la localidad, en ellas
destacan de forma peculiar los dinteles de muchas de sus puertas que pertenecen
a la época medieval.
Dejando
atrás Nogueruelas, Linares de Mora, Mosqueruela y San Miguel de Pobla, la ruta
se aproxima a Villafranca del Cid.
La
real villa de Villafranca del Cid se halla situada en el límite occidental de
la provincia de Castellón, a 95 kilómetros de la capital. En líneas generales,
el término es muy accidentado y la parte más baja se sitúa en el río Monleón.
Limita con Portell de Morella, Castellfort, Ares del Maestre, Benasal y
Vistabella del Maestrazgo, todas ellas de la provincia de Castellón, además de
Mosqueruela y La Iglesuela del Cid en la provincia de Teruel.
Sus
orígenes se pierden en la nebulosa de la prehistoria y fue durante siglos
escenario de diferentes avatares bélicos. Entre sus monumentos religiosos
destacan la iglesia parroquial El Salvador, así como las ermitas de Santa
Bárbara, San Roque y San Miguel. Entre sus monumentos civiles cabe mencionar el
puente de La Pobla de Bellestar, el ayuntamiento gótico, el portal de San Roque
y un horno medieval.
Barrancos,
montañas y fuentes naturales salpican unos paisajes privilegiados desde Torre
Embesora hasta Adzaneta y Les Useres.
LOS PEREGRINOS DEL SILENCIO
Al
sur del Maestrazgo y en las inmediaciones de la sierra del Bueg, se viene
cumpliendo desde hace siglos con una tradición cuyos orígenes se remontan a
épocas medievales y que hasta hace bien poco tan sólo era conocida por algunos
pueblos de la comarca castellonense de l’Alcalaten.
Un número reducido de hombres con
semblante austero y vestidos con sencillos sayales, caminan en silencio hacia
el santuario de San Juan de Penyagolosa. Su marcha a través del agreste paisaje
únicamente queda truncada por los profundos y a la vez extraños cánticos que
les acompañan y que, sin duda, proceden del más primitivo gregoriano con
acentuados matices emocionales que inspiran un gran respeto.
El ambiente penitencial resulta obvio
y, de alguna forma, quien a lo largo de senderos o caminos contempla su paso,
queda de inmediato subyugado por la evidente espiritualidad que emana de sus
rostros y de su proceder sigiloso y de estricto recogimiento. Son los
peregrinos de Les Useres.
Destruidos los escritos que podrían
dar fe de cómo se inició este singular peregrinaje, voces autorizadas aseguran
que el mismo puede proceder de los siglos XIII-XIV, tiene pues, indudablemente,
un sobrio sabor medieval con raíces marcadamente religiosas y únicas por sus
muy especiales características en la historia de nuestro país.
En la actualidad, como ocurriera
siglos atrás, quienes salen en penitencia no hacen sino seguir fieles a un voto
que sus antepasados convirtieron en secular tradición.
Aunque, como se cree, tiene un
fundamento religioso como tantas otras manifestaciones similares, nacidas para
implorar ayuda divina contra desastres como la peste, la sequía, etc… lo realmente
cierto es que se aprecian en el desarrollo de la peregrinación aspectos que
quizás se apartan de su verdadera razón de ser, circunstancias o actos que más
bien se decantan hacia determinados ritos o algún tipo de superstición que en
nada o bien poco tienen que ver con su base religiosa y que pueden ser objeto
de controversia. De todas formas, sea lo que fuere, la tradición está ahí, se
conserva casi intacta y hay que respetarla tal como es.
El viajero abandona Les Useres y
camina hacia Onda, lugar donde aguarda un merecido descanso al final de la
ruta. La siguiente etapa en el Camino del
Cid discurre entre Castellón y
Sagunto.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)