La presente edición de TIEMPO DE VIAJAR incluye dos interesantes reportajes: El primero de ellos dedicado a BRUJAS la ciudad belga conocida como la Venecia del Norte. En un segundo reportaje realizamos una interesante visita al PALACIO DE GOLESTAN auténtico esplendor persa en la capital iraní. Y en los Destinos Mágicos invitamos al lector a realizar un recorrido por la CRIPTA DE SAN ANTOLÍN maravilla visigótica del siglo VII, situada bajo la actual catedral de Palencia. Excelente el capítulo gráfico en la Galería de Fotos. http://info-tiempodeviajar.blogspot.com Adéntrate en las páginas de TIEMPO DE VIAJAR, donde siempre encontrarás reportajes, una amplia galería de fotografías, noticias, curiosidades y todo lo relacionado con el mundo del viaje y la aventura. Incluso tienes un contacto por si quieres formular alguna consulta.

LAS TRES TAIFAS



A TRAVÉS DEL CAMINO DEL CID (3)
  

La tercera etapa del destierro de Rodrigo Díaz de Vivar se extiende desde Ateca (Zaragoza) hasta Cella (Teruel) y atraviesa las provincias de Zaragoza, Guadalajara y Teruel.
La organización y autonomía de las huestes cada vez más numerosas del Campeador le permitían moverse sin dificultad entre las fronteras de los distintos reinos musulmanes. Tres taifas muy diferentes entre sí: Toledo, Zaragoza y Albarracín, sirvieron de escenario al paso del Cid literario y de su gente.

LAS HUELLAS DE LA HISTORIA
En la segunda mitad del siglo XI, en tiempos del Cid, estos territorios pertenecían a tres taifas muy distintas: la poderosa Zaragoza (de la que formaban parte Calatayud y Daroca) acosada por castellanos y aragoneses y sede de una brillante corte islámica a cuyo servicio estuvo Rodrigo Díaz tras ser desterrado en 1081; Toledo, cuya conquista por Alfonso VI en 1085 propició la autonomía de algunos de sus territorios como Molina de Aragón, y Albarracín, cuya frontera norte se extendía hasta Calamocha, y que estaba gobernada por el bereber Abd al-Malik, quien mantuvo turbulentas relaciones con el Cid.
A principios del siglo XII los almorávides se adueñarían de toda esta zona por breve tiempo, ya que entre 1120 y 1128 Alfonso I (El Batallador) conquistó Calatayud, Daroca, Cella y Molina de Aragón. Algunas de sus conquistas no se consolidaron y en general, todo este espacio geográfico siguió siendo zona de frontera habitada en su mayoría por musulmanes. Buena prueba de ello son los excelentes ejemplos de arquitectura mudéjar, declarada Patrimonio de la Humanidad, que el viajero se encuentra partiendo desde Ateca y siguiendo por Terrer, Calatayud y todo el valle del Jiloca hasta la sorprendente ciudad de Daroca.
Otro de los lugares clave del recorrido es Molina de Aragón, ciudad monumental con su alcazaba como símbolo. Desde Molina la ruta se adentra en el Parque Natural del Alto Tajo. A través de paisajes boscosos y serranías el camino aproxima a Albarracín, fascinante capital de la antigua taifa. Desde allí, siguiendo el viejo acueducto romano citado en el Cantar del Mío Cid, se llega a Cella. La conquista de Valencia por parte del Campeador estaba cada vez más cerca.

DE CALATAYUD A DAROCA
A orillas del río Jalón, Calatayud es una ciudad convertida a lo largo de los siglos en una auténtica encrucijada de civilizaciones. Sus orígenes son ibéricos y su etimología indica que se trataba de un lugar sagrado.
Esta ciudad Ibérica gozó de gran prosperidad durante la época romana. Con la llegada del Islam, surgió la actual ciudad, que tomó el nombre del conjunto defensivo, el Qal’at Ayyub (Castillo de Ayud). A principios del siglo XII (1120) fue ocupada por las tropas cristianas de Alfonso I “El Batallador”. Parte de la población musulmana permaneció dedicada a la construcción, hecho éste que daría lugar al florecimiento del Arte Mudéjar. A lo largo de todo el resto de la Edad Media, Calatayud fue afianzando su posición de segunda población en importancia del reino.
Los siglos XVII y XVIII fueron la época de la reconstrucción total de templos como la Colegiata de Santa María y del Santo Sepulcro, marcando una época de esplendor cultural; y tuvo lugar el asentamiento de la Compañía de Jesús, destacando como profesor Baltasar Gracián.
Calatayud fue declarada Conjunto Histórico y Monumental en 1967 y su arte mudéjar Patrimonio de la Humanidad en 2001.
Paralelo a la judería y separados por el eje vial de la Rúa de Dato, puede accederse al barrio de la morería, que albergaba a la población musulmana durante la Edad Media y que permite llegar al Conjunto Fortificado Islámico, realmente interesante de visitar.
La construcción de la mayor parte de este sistema defensivo urbano está documentada en el año 862 d.C., durante el emirato de Muhammad I, lo que le convierte en el más antiguo conservado de época medieval en toda la Península Ibérica. Está formado por cinco castillos unidos por largos lienzos de murallas con torreones.
Estos cinco castillos son: Castillo Mayor o “Castillo de Ayub”, Castillo de la Torre Mocha, Castillo de la Peña, de Doña Martina y del Reloj o Real.
Unían estas cinco fortalezas una serie de murallas formando un recinto de forma irregular, que en la actualidad corresponde a los barrios de Morería, Barrera, Reloj o Lo Picado, La Paz, Puerta de Soria, Verde y Consolación.
La muralla fue construida de tapial con paramentos de piedra de yeso, asentada sobre la roca viva que se talló a pico, a fin de aumentar artificialmente la altura y resistencia del recinto. Un foso seco excavado a su alrededor subsiste todavía en algunos puntos.
Partiendo de Calatayud y tras cruzar las poblaciones de Paracuellos de Jiloca, Maluenda, Velilla, Fuentes, Montón y Villafeliche, se llega a otro interesante enclave de esta ruta como es Daroca.
Una auténtica joya defendida también por murallas, en plena Edad Media Daroca capitaneó una extensa comunidad de aldeas con una jurisdicción propia. En ese tiempo, su poderío económico y político facilitó su embellecimiento y hoy, ceñida por una muralla en la que se alternan inexpugnables torres y puertas fortificadas, cautiva a sus visitantes.
La piedra románica y el ladrillo mudéjar entablan un cordial diálogo en sus casas señoriales y en sus templos, distribuidos por empinadas calles de ondulado recorrido. Esa atmósfera, que nos traslada al pasado, se intensifica a cada paso.
Daroca es cruce de caminos, ciudad libre en un mundo feudal, frontera aragonesa con el Islam o Castilla. Musulmanes, judíos y cristianos han escrito sus capítulos incontables, muchos olvidados ya, otros más vivos que nunca. Su recinto amurallado que protege el casco histórico es el más extenso de todo Aragón.

EN RUTA HACIA MOLINA DE ARAGÓN
Las poblaciones turolenses de San Martín del Río, Báguena, Burbáguena y Calamocha aproximan a un recóndito y agradable lugar: El Poyo del Cid, situado en las faldas del cerro de San Esteban, en la margen izquierda del río Jiloca, y al que se atribuye una larga tradición cidiana. Tras rebasar un desvío de la carretera, a la entrada de esta población una imponente estatua del Campeador recibe al viajero. Su castillo fue destruido en la guerra contra Castilla durante el reinado de Jaime II, existen, no obstante, restos de un torreón medieval.
"Aquijó mio Cid, ivas
cabadelant, y fincó en un
poyo que es sobre Mont
Real; alto es el Poyo,
maravilloso e grant; non teme
guerra, sabet, a nulla part."

"Quiévoros dezir del que en
buena cinxo expada: aquel
poyo en el priso posada;
mientras que sea el pueblo de moros
e de la yente cristiana,
el Poyo de mio Cid, asil dirán por carta."

Prosigue al camino, rodeado de zonas encharcadas o con nivel freático alto, compuesta por carrizos, sauces, chopos y álamos. El paraje es el hábitat de especies como el barbo, el cangrejo, así como de una rara nutria. Nos aproximamos a Monreal del Campo, término municipal en el que se encuentran los llamados Ojos del Jiloca.
Esta importante población fue fundada después de la conquista de Calatayud y Daroca, aunque el hallazgo de monedas romanas e íberas ya indican la antigüedad de los asentamientos en este municipio. Se conservan los restos de un castillo, sobre los cuales se yergue la torre-campanario de la anterior iglesia.
En cuanto a su patrimonio arquitectónico, en su plaza Mayor destaca el edificio renacentista aragonés de su Casa Consistorial. Muy interesante también su Museo Monográfico del Azafrán.
El Camino del Cid prosigue su recorrido y se adentra en la provincia de Guadalajara para llegar a Molina de Aragón, población fundada en época medieval y en el seno de una rica y variada comarca, a pesar de que las crónicas romanas de Diodoro, Polibio y Estrabón ya hablaban sobre que los celtíberos fueron quienes aportaron a la ciudad un asentamiento durante siglos.
Con la llegada del Islam y la creación de los reinos de taifas en el siglo XI, fue entonces cuando Molina apareció bajo el mandato del rey moro Abengalbón, tributario de Zaragoza y Valencia, buen amigo del Cid.
Con posterioridad, Alfonso I (El Batallador) reconquistó el territorio tras varios meses de asedio.
Desde la lejanía, impresiona el famoso castillo-alcázar y sus extensas murallas recortándose en el paisaje castellano, auténtico símbolo de Molina, junto con la llamada Torre de Aragón.

SIERRA DE ALBARRACÍN
Después de atravesar diferentes poblaciones de la provincia de Guadalajara, la ruta regresa a tierras turolenses a partir de Orihuela del Tremedal por la Sierra de Albarracín. El paisaje cobra protagonismo a partir de este momento, no en balde la mayor parte del territorio está cubierto de bosques de pinos, sabinas, arces y robles, intercalados de verdes prados y árboles de ribera junto a los ríos que lo atraviesan. Uno de los más grandes sabinares de toda Europa está en Saldón y entre las profundas gargantas excavadas por los propios cauces de agua, abundan los densos pinares, además de los pequeños pueblos que van surgiendo en el camino, todos ellos con su especial encanto.
Bordeando los 1.600 metros de altitud y rodeado por uno de los pinares más densos de la Península Ibérica, Bronchales ocupa un lugar excepcional dentro del turismo de alta montaña y ofrece a los senderistas múltiples excursiones. Se trata de un lugar de ineludible visita.
Deambular sin prisa por las calles de la población de Albarracín supone un placer indescriptible, no en balde se trata de una de las poblaciones más famosas de Aragón. Albarracín es muchas cosas, pero sobre todo es un catálogo de rincones sorprendentes, calles y cuestas que encaminan directamente a un mundo imaginario situado entre las leyendas medievales y el mundo de las mil y una noches. Los edificios, de una rústica belleza, juegan con el visitante al claroscuro y sus murallas, que escalan con saña las colinas, parecen cubrir el paisaje del rojizo tono de una tierra que palpita historia y tradición en todo momento.
En tiempos medievales con dominio del Islam, la familia bereber Al-Banu-Razín (de este nombre deriva el de Albarracín) estableció en esta tierra un pequeño reino taifa. El Cid logró convertir en tributarios a tres reyezuelos o alcaides musulmanes, los de Albarracín, Valencia y Murviedro, algunos de ellos le traicionaron y el Campeador tuvo que realizar diferentes algaras por este territorio de Albarracín (1093).
La catedral, el castillo, el museo diocesano, la Torre Blanca y la Ermita de San Juan son lugares de interesante visita.
Esta tercera etapa del Camino del Cid finaliza en Cella (Teruel). En el Cantar del Mío Cid se menciona con el nombre de “Celfa” y se hace referencia al acueducto romano que traía las aguas del río Guadalaviar a la población. Fue en los alrededores de Cella donde, según el Cantar, Rodrigo Díaz de Vivar y sus huestes, aguardaban los refuerzos necesarios para la conquista de Valencia.
Las dos próximas etapas hacen referencia a las correrías del Cid por territorio turolense (Anillo de Montalbán) y a través de la sierra del Maestrazgo.


(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)