La presente edición de TIEMPO DE VIAJAR incluye dos interesantes reportajes: El primero de ellos dedicado a BRUJAS la ciudad belga conocida como la Venecia del Norte. En un segundo reportaje realizamos una interesante visita al PALACIO DE GOLESTAN auténtico esplendor persa en la capital iraní. Y en los Destinos Mágicos invitamos al lector a realizar un recorrido por la CRIPTA DE SAN ANTOLÍN maravilla visigótica del siglo VII, situada bajo la actual catedral de Palencia. Excelente el capítulo gráfico en la Galería de Fotos. http://info-tiempodeviajar.blogspot.com Adéntrate en las páginas de TIEMPO DE VIAJAR, donde siempre encontrarás reportajes, una amplia galería de fotografías, noticias, curiosidades y todo lo relacionado con el mundo del viaje y la aventura. Incluso tienes un contacto por si quieres formular alguna consulta.

TIERRAS DE FRONTERA



A TRAVÉS DEL CAMINO DEL CID (2)
 

Siguiendo el destierro de Rodrigo Díaz de Vivar, la ruta por la supervivencia o lo que es igual, algaras, asedios y batallas, cruza las provincias de Guadalajara, Soria y Zaragoza.
Expulsado de Castilla por su rey Alfonso VI, al noveno día de destierro el Cid cruza la frontera entre el reino cristiano y la taifa de Toledo, viajando de noche para no ser descubierto por las tropas musulmanas. Tras evitar la fortaleza de Atienza, los desterrados se encontraban necesitados de víveres y tomaron una población fortificada, identificada como Castejón de Henares o Jadraque. Más adelante, atravesando territorios inhóspitos, se encaminaron al valle del río Jalón. Allí las poblaciones musulmanas, dedicadas a la agricultura, se vieron obligadas a ayudar a las tropas del Campeador.
Transcurridas dos semanas desde su partida, el Cid acampó frente a la villa fortificada de Alcocer (en la actualidad un yacimiento arqueológico), muy cerca de la población de Ateca, y tras un sitio que duró más de tres meses llegó su conquista. En represalia, un ejército llegado desde Valencia se enfrentó al Cid y sus hombres. Estos vencieron en una de las batallas más sangrientas narradas por el Cantar, y los generales vencidos fueron perseguidos hasta Terrer y Calatayud. Con esta victoria, el de Vivar acrecentó su fama y riqueza, necesarias para seguir su camino a tierras levantinas.
Este tramo también recoge parte de los itinerarios seguidos por Doña Jimena, sus hijas y las huestes de su marido en sus viajes a Castilla y Valencia; su epicentro fue la fortaleza fronteriza de Medinaceli.
Buena prueba de su conflictivo pasado son los numerosos castillos, amurallamientos y atalayas que el viajero se hallará a lo largo de este tramo.

DESDE ATIENZA HASTA MEDINACELI
Convertida en enclave de importancia estratégica al estar situada cerca de la frontera entre los dominios castellanos y los reinos musulmanes, y también cerca de los dominios de Aragón, Atienza fue considerada “peña muy fuerte” por Rodrigo Díaz cuando por ella cruzó camino del destierro, según versión del Cantar.
Atienza siempre fue una villa de gran fidelidad a los reyes de Castilla en unas épocas en las que las fronteras solían ser muy inestables y las revueltas frecuentes. En esta población se pueden admirar hasta siete iglesias y tres ermitas. A destacar las de San Juan del Mercado, la de San Gil y la de San Bartolomé.
Entre sus monumentos militares cabe destacar el castillo, que domina el cerro en que está asentada Atienza. Se conserva la torre del homenaje que destaca sobre el espolón de la roca y el recinto del patio de armas. Existen además varios restos de murallas, algún torreón y varias puertas, entre ellas la de Arrebatacapas. A lo largo de sus calles son dignas de ser visitadas varias mansiones blasonadas con los escudos de familias nobles asentadas en otras épocas en Atienza.
Muy interesante realizar un alto en el camino para contemplar el castillo monumental de Jadraque, dominando el valle del río Henares.
Siguiendo a través de la provincia de Guadalajara, Sigüenza es el siguiente punto de especial interés. Ciudad muy antigua (Plinio el viejo ya la mencionaba en el siglo I a.C.), durante la época romana tuvo su importancia dado que formaba parte de la vía que comunicaba Mérida (Emérita Augusta) con Zaragoza (Caesar Augusta).
La “Ciudad del Doncel” perdió relevancia durante la dominación musulmana a favor de Medinaceli. Se ha llegado a afirmar también acerca de la toma de la ciudad por parte del Cid, no en balde durante el reinado de Fernando I fue uno de los marcados objetivos de las incursiones cristianas.
Dejando atrás Alcolea del Pinar, el municipio de Anguita se encuentra en plena rama castellana del Sistema Ibérico, la sierra Ministra por donde pasa el río Tajuña, afluente del Jarama, yendo a parar sus aguas al Tajo. Más adelante, Luzón, Ciruelos del Pinar, Maranchón y Layna, aproximan al enclave, sin duda, más importante de esta ruta: Medinaceli.

EN TIERRAS DE MEDINACELI
Mirador dilatado sobre una colina, la villa de Medinaceli, hermoso mundo de piedra en el que la historia y los hombres escribieron su memoria intensa, es hoy lugar donde el viajero puede callejear sin prisa y sentirse trasladado a la época medieval. Con la encrucijada escrita en el tiempo y el espacio, el estratégico castro que los celtíberos fundaron con el nombre de Occilis, no podía tener otro destino que el de ver superponerse a la historia.
Importante durante la conquista romana y capital musulmana de la Marca Media, fue escenario de múltiples batallas entre los reinos cristianos, para continuar por los vericuetos de los siglos hasta la creación del Ducado de Medinaceli por los Reyes Católicos. En ella se cree que duerme el sueño eterno del azote musulmán Almanzor.
En este mismo lugar fronterizo entre la historia y la leyenda, el Cid mantiene un recuerdo doble: por un lado, un Cantar que alude en varias ocasiones a la villa; por otro, el posible origen de uno de los autores del Poema medieval y anónimo. Hecha así, con los milagros de memorias y mitos, recuerda de forma permanente su origen antiguo en piedras y ceremonias.
Continuando el Camino del Cid en los límites fronterizos de Castilla y Aragón, entre Soria y Zaragoza, después de Medinaceli la ruta lleva al viajero por Jubera, Arcos de Jalón y Montuenga hasta alcanzar Santa María de Huerta, una de las principales joyas de la arquitectura cisterciense.
Desde la lejanía y cuando se inicia el desvío al pueblo de Santa María de Huerta, se consigue una bella panorámica del conjunto monástico, sobre todo por la tarde, cuando su piedra ocre con matiz dorado parece fundirse con el sobrio entorno. La extensa muralla que rodea al monasterio, rehecha y modificada a lo largo de los siglos, queda interrumpida de trecho en trecho por ocho pequeños torreones, realizados algunos de ellos con motivo de la visita del Rey Felipe II al monasterio.
En la plaza que da acceso al monasterio, de inmediato resalta la fachada de la iglesia, de final del siglo XII, que primitivamente constaba de tres cuerpos. En ella se abre una gran portada abocinada con seis arquivoltas decoradas con diferentes esquemas geométricos. Sobre la puerta, destaca el rosetón, inmenso e imponente, formado por cuatro circunferencias concéntricas que se adornan con puntas de diamante, enmarcando doce arquillos trilobulados.
El monasterio es básicamente un edificio medieval. En los siglos posteriores se suprimieron o modificaron algunas dependencias, se añadieron otras con sus correspondientes estilos artísticos, pero es en el conjunto primitivo donde se encuentran las peculiares características de la arquitectura propia de la Orden.
El monasterio de Santa María de Huerta no es un monumento de gloriosas ruinas, tiene la inmensa suerte de albergar una comunidad de monjes cistercienses que continúan su historia y dan vida a todo su conjunto.
La comunidad monástica, tan variada en formación, edad o lugar de procedencia, no se ha unido para vivir juntos por ninguna afinidad o proyecto humano, sino por una común llamada divina en este peculiar carisma dentro de la Iglesia. De ahí también la preocupación porque la unidad fraterna se extienda más allá de los muros del monasterio. Esta es una inquietud que empuja a los monjes a abrir sus puertas a todos aquellos que buscan un lugar de reencuentro espiritual.
Tanto en la montaña como en el llano, atravesando las rutas castellano-leonesas y mezclados con sus gentes, se revela una fuerza interior robusta, una noble dignidad heredada de los viejos hidalgos, una grandeza severa y un señorío tales que, el viajero llega a sentirse subyugado y atraído con la fuerza de un remolino del que resulta difícil escapar.

LA RUTA LLEGA A ARAGÓN
“Fariza” conserva casi intacto su nombre árabe. En la actualidad se la conoce como Ariza y se trata del primer pueblo de la provincia de Zaragoza. Era una fortaleza mencionada en la crónica de al-Udri, contemporánea del paso del Cid por estas tierras, siendo aludida en el Cantar. Durante la dominación musulmana poseía una mezquita, como lo atestiguan los nombres de varias de sus calles y murallas con tres puertas de acceso. En el siglo XI se trataba de una de las localidades más importantes del valle del Jalón. Fue reconquistada por Alfonso I (El Batallador) para el reino de Aragón.
Dejando atrás Ariza, el Cantar del Mío Cid menciona la población de Cetina, lugar donde, al parecer, acamparon las huestes del Campeador. Con posterioridad, también fue reconquistada por Alfonso I (El Batallador) y el Príncipe de Aragón Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, a mediados del siglo XII otorgó privilegios a sus pobladores. En Cetina destaca su imponente palacio-castillo, en el cual en 1634 tuvo lugar el enlace matrimonial del escritor Francisco de Quevedo con Doña Esperanza de Mendoza. Merecen una visita la iglesia de San Juan Bautista y las ermitas de la Virgen de Atocha, San Juan Lorenzo y Santa Quiteria.
Muy pequeño debió ser siempre el castillo de Alhama de Aragón, el siguiente enclave de esta ruta, encaramado sobre la cresta rocosa que obliga al río Jalón a pasar sus aguas a través de un desfiladero. Alhama figura entre las conquistas del Cid (1071) y es mencionada en el Cantar.
Situado a pocos kilómetros del final de esta ruta y perteneciente a la comarca de Calatayud, en Castejón de las Armas y a orillas del río Piedra, se alzan sobre un espolón dos pequeñas torres, vestigios de una antigua fortificación.
Más allá de Castejón el camino llega a Ateca. Esta villa ribereña del Jalón, de fuerte matiz mudéjar -a lo que contribuyen sus dos torres de ladrillo- se asienta en posición típicamente medieval; sobre un espolón que domina la confluencia de los ríos Jalón y Manubles. Su castillo es fácil de reconocer por estar medio confundido entre casas y corrales en la copa más alta del espolón. Al igual que sucede con las poblaciones anteriormente citadas, Ateca fue ocupada por el Cid (1071) y figura en el célebre Cantar.
Como hecho singular, cabe mencionar que a lo largo de este tramo aparecen los primeros ejemplos del llamado mudéjar aragonés, declarado Patrimonio de la Humanidad.
La siguiente etapa, de acuerdo con el Cantar del Mío Cid, conduce al viajero desde las inmediaciones de Calatayud, uno de los más importantes conjuntos amurallados islámicos de España, hasta la sierra de Albarracín: Las tres Taifas.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)