A TRAVÉS DEL CAMINO DEL CID (1)
Iniciamos
con la presente edición de nuestra revista, una serie de reportajes basados en
la ruta del CAMINO DEL CID.
La
primera parte del recorrido se inicia en Vivar del Cid (Burgos) y termina en
Atienza (Guadalajara), atravesando las provincias de Burgos, Soria y
Guadalajara.
A
través de esta ruta se siguen las huellas del Cid camino del destierro, por el
viejo reino de Castilla.
Este primer tramo, en líneas generales, está basado en
los primeros días del destierro de Rodrigo Díaz narrados en el Cantar.
El Cid, desterrado, sale de Vivar
con un puñado de caballeros y la orden real de abandonar Castilla en unos días,
plazo que utilizará para dejar a sus hijas y a su mujer en el monasterio de San Pedro de
Cardeña, pertrecharse, y reforzar su reducido grupo de fieles
alistando a nuevos caballeros y soldados. Aunque el Campeador abandona Castilla
justo en la sierra de Pela, en el actual límite entre Soria y Guadalajara
(sierra que en 1081 marcaba la frontera natural entre los reinos de Castilla y
Toledo) el itinerario finaliza en el siguiente núcleo de importancia: la villa
histórica de Atienza,
ya en territorio musulmán.
ANOTACIONES
SOBRE EL RECORRIDO
A lo largo de la ruta, el viajero se encontrará con
una parte importante de la esencia de Castilla. Pasará por dos de los grandes
monasterios fundacionales castellanos: el de San Pedro de
Cardeña y el de Silos,
muy cerca del de Arlanza (próximo a Covarrubias).
El paisaje alterna los cultivos de secano con los
robledales, pinares y monte raso. Destacan el sabinar del valle del Arlanza y el
espacio soriano del río Duero, de gran importancia medioambiental, pero también
geopolítica durante la Edad Media, y que hoy se refleja en las numerosas
atalayas y castillos que jalonan este espacio singular, comprendido entre Langa y
Berlanga de
Duero, y que tiene su emblema en la colosal fortaleza califal de Gormaz,
de la que fue alcaide el Cid. Conocerá también lugares míticos dentro de la
historia cidiana, como Vivar del Cid, San Pedro de Cardeña, Castillejo de
Robledo o San Esteban
de Gormaz entre otros y, por supuesto, Burgos,
ciudad cidiana por excelencia con numerosos atractivos gastronómicos y
culturales, como la Catedral, por supuesto, pero también, entre otros, la
iglesia de San Nicolás o el Monasterio de las Huelgas, con importantes recursos
románicos. Huellas románicas que pueden encontrarse también en el fascinante claustro
de Santo Domingo de Silos, en las pinturas de Castillejo de Robledo, en las
iglesias de San Esteban de Gormaz y en otras muchas poblaciones que conservan
muestras del llamado románico rural, de un gran poder sugestivo y
evocador. Por lo demás, en este sector predominan los pueblos pequeños y
apacibles, algunos de ellos de auténtico ambiente medieval y reconocido
interés, como Covarrubias, El Burgo de Osma,
Berlanga de Duero y, desde luego, al final de este camino, ya en Guadalajara,
la inexpugnable Atienza.
CASTILLOS
Y MONASTERIOS
Como
no podría ser de otra manera, atravesando paisajes castellanos, la ruta cidiana
es pródiga en castillos y monasterios.
Iniciando
el Camino del Cid en Vivar, su pueblo
natal, y dejando atrás la capital burgalesa, el primer enclave de relieve es,
sin duda, el monasterio de San Pedro de Cardeña.
Este
monasterio cuya construcción data de fecha anterior al 902, está muy vinculado
a la tradición cidiana, no en balde, según el Cantar del Mío Cid, Rodrigo Díaz de Vivar dejó al amparo del abad y
sus monjes a su esposa Doña Jimena y a sus hijas, durante el primer destierro
de 1081.
El
enterramiento del Cid en este monasterio no se debió a su voluntad personal. A
su muerte en 1099 fue inhumado en la catedral de Valencia y tras tener que
abandonar Jimena Díaz la plaza levantina, fueron trasladados sus restos a este
cenobio cardeniense. Allí permaneció durante algunos años su cuerpo embalsamado
y sentado en un escaño del presbiterio. Desde ese momento se generaron en él
una serie de narraciones de carácter hagiográfico que hacia 1280 constituyeron
lo que se conoce como La leyenda de
Cardeña. Posteriormente sus restos fueron trasladados a la catedral de
Burgos.
En
el claustro nuevo, una lápida recuerda el lugar que ocupaba el sepulcro.
En
la explanada situada frente a la fachada principal, en la que aparece una
imagen ecuestre del Campeador, existe una estatua del Sagrado Corazón y a la
izquierda un monolito con leyenda alusiva al famoso caballo Babieca. Coincide
con el lugar donde una creencia tradicional considera que fue sepultado el
animal.
Siguiendo
el recorrido y dejando atrás las poblaciones de Modúbar de San Cibrián, Los
Ausines, Cubillo del Campo y Mecerreyes, la ruta llega hasta Covarrubias.
Cuando
el viajero que atraviesa estas tierras burgalesas se aproxima a Covarrubias y
recorre con detenimiento sus calles extasiándose en cada rincón, penetra en el
interior de la Colegiata
con ánimo de admirar sus joyas y reliquias de incalculable valor, o simplemente
se asoma al tranquilo Arlanza para de este modo refrescar sus pupilas sedientas
de recónditas bellezas, de forma irremediable se siente inmerso en la época
medieval. Es como adentrarse en un lugar milenario donde van de la mano el
misticismo y la religiosidad, la sencillez y la austeridad, mil leyendas y
algunas de las más fascinantes páginas de nuestra historia, no en balde esta
villa está considerada como el auténtico origen del sobrio y noble pueblo
castellano.
Hablar
de cultura castellana es mencionar una palabra tan extensa como la tierra que
ocupa. Es adentrarse en el vértigo de las raíces por un tiempo compartido: el
que escriben mano a mano la propia historia en mayúscula y esa otra historia
más pequeña, cotidiana, hecha al amparo de cada día y presente en la artesanía,
las celebraciones y las costumbres…
La
población de Santo Domingo de Silos está situada en un nudo de caminos históricos:
el Camino del Cid, la Ruta de la Lana y el camino
castellano-aragonés. Junto con las vecinas localidades de Lerma y Covarrubias
forman el llamado “Triángulo del Arlanza”.
Algunos
historiadores apuntan incluso que el monasterio de Santo Domingo de Silos está
ligado a la historia del Cid Campeador ya que, en vida de Rodrigo Díaz de Vivar
y su esposa Jimena, donaron algunas de sus heredades al cenobio, cuyo claustro,
en el año 1081, aún se estaba construyendo.
La
vida de la comunidad de Santo Domingo de Silos se rige, desde 954, por la Regla de San Benito que
establece un monacato estricto y puro. A fines del siglo X y durante la primera
mitad del siglo XI, la comunidad decayó material y espiritualmente, debido a
las razzias de Almanzor.
De
forma providencial, llegó a Silos en aquel momento crítico el abad Santo
Domingo. Era el 24 de enero de 1041, y llegó a regir el monasterio durante 32
años, hasta su muerte, el 20 de diciembre de 1073. Toda la historia del
monasterio y de la comunidad giró en adelante alrededor de este gran hombre: se
convirtió en el titular de la abadía; fue el héroe a imitar; es el patrono e
intercesor ante Dios y el taumaturgo que obra milagros… Es el símbolo de Silos.
Efectivamente,
por Obra de Santo Domingo y de sus sucesores, nació en Silos el gran monasterio
románico: el claustro genial, la gran iglesia románica con tres naves, pórtico
y cinco ábsides, y las otras dependencias necesarias para la vida de la
comunidad. Durante los siglos XI al XV, Silos fue un monasterio con gran vida y
actividad interna y externa: una comunidad observante e influyente; un centro
de peregrinaciones y de vida cristiana en torno al sepulcro de Santo Domingo;
un ejemplo notable de caridad cristiana y monástica, con la ayuda espiritual y
material a los peregrinos y necesitados; un centro educativo, con su escuela
monástica y un extraordinario centro cultural.
Destacan
en Silos, su claustro excepcional, la iglesia neoclásica y la botica, donde los
monjes han dejado a través de los siglos un testimonio excepcional de su
conocimiento, de su práctica y de su interés por las ciencias biológicas y
farmacéuticas.
DESDE SAN ESTEBAN DE GORMAZ
HASTA ATIENZA
Peñacoba,
Pinarejos, Huerta del Rey, Alcubilla de Avellaneda, Zayas de Torre y Langa de
Duero aproximan al viajero hasta Castillejo de Robledo, en la provincia de
Soria, que cuenta con las interesantes ruinas de un castillo templario. En la
ladera de su colina se encuentra también la iglesia parroquial románica
dedicada a Nuestra Señora de la
Asunción.
San
Esteban de Gormaz es otro de los puntos de interés de esta ruta. A nivel
artístico es muy importante dado que resulta más que probable que fuera aquí
donde se edificara por primera vez una galería porticada románica,
concretamente en la iglesia de San Miguel (a finales del siglo XI). Esta iglesia es una pequeña construcción que
en tiempos de la invasión almorávide obligó al rey Alfonso VI a fortalecer el
Sistema Central. Existe otra iglesia románica en la población, situada en el
extremo occidental de la antigua villa y en lo alto de un repecho, dedicada a
Nuestra Señora del Rivero.
Entre
la depresión del Ebro y la meseta castellana, tierra alta y fría, cuna del río
Duero y crisol de la historia antigua y medieval de España, el paisaje soriano
adquiere una personalidad muy acusada, de ahí que se convirtiera en fuente
inagotable de inspiración para todos los poetas que de ella hablaron.
Escenario
de una batalla tan famosa como discutida en la que, muy posiblemente, fue
herido el caudillo musulmán Almanzor (que después moriría en Medinaceli),
Calatañazor se recorta en el horizonte y surge ante el viajero como sumida en
un profundo letargo, al igual que sucede con los pueblos que quedaron detenidos
en el tiempo.
Después
de Calatañazor, cuajada de historia y mil leyendas, el recorrido puede
efectuarse sintiendo próximo el rumor de las aguas que llevan los afluentes del
padre Duero.
Recónditos
lugares con antiquísimas iglesias, campanarios, restos románicos a cada paso,
pinares, pequeños torrentes... Todo un compendio que sume al viajero a través
de una ruta sencilla y entrañable capaz de subyugarle con la magnitud del arte
milenario que aglutinan algunos de sus pueblos medio olvidados.
Siguiendo
el Camino del Cid, surge señorial y
austera la silueta de la catedral de El Burgo de Osma, una de las sedes
episcopales más antiguas de nuestro país y donde se guardan algunos de los
mejores tesoros artísticos de la provincia. Su catedral, una joya artística,
imprime majestuosidad a la villa y por su propia jerarquía y la profusión de
obras artísticas que contiene es el mayor y más importante monumento religioso
de la provincia.
Rebasando
Alcubilla del Marqués y Navapalos, el Camino
del Cid conduce a otro enclave de singular importancia en la historia del
Campeador: la fortaleza de Gormaz, considerada Monumento Nacional desde 1931.
De
origen musulmán, el castillo consta de dos partes diferenciadas por un foso. Al
este se encuentra el alcázar, la torre del homenaje, la llamada “torre de
Almanzor”, el aljibe y los aposentos califales. En la parte oeste existe una
alberca para dar de beber a los animales y una gran explanada donde acampaban
las tropas. Cuenta con una gran puerta que denota su origen islámico: la Puerta Califal.
El
castillo de Gormaz se convirtió bien pronto en pieza clave para la defensa
musulmana contra los reinos cristianos del norte y contribuyó a mantenerlos
alejados de Medinaceli. Llegó a ser la fortaleza más grande de Europa en su
época; con un perímetro amurallado de 1.200 metros, 28
torres y una forma muy alargada en dirección este-oeste. Su situación y
excelentes condiciones de visibilidad permitían controlar una de las rutas de
acceso hacia el norte y el río Duero. Fue una de las posiciones estratégicas
más codiciadas por musulmanes y cristianos durante los siglos IX y X.
Después
de que fuera tomada por Almanzor, permaneció en poder de los musulmanes hasta
su conquista definitiva por las tropas cristianas en el 1060 por parte de
Fernando I de León.
Rodrigo
Díaz de Vivar, el Cid, fue señor de Gormaz desde 1087.
Siguiendo
esta ruta a través de la España
medieval, el Camino del Cid nos lleva
hasta otra fortaleza de extraordinarias características: Berlanga de Duero.
Coronada
por el magnífico castillo y sus murallas, una visita a este rincón soriano
supone una incursión por la sobria belleza medieval. Importante enclave en su
época, Berlanga también sufrió los avatares de moros y cristianos que
batallaron por estas tierras, pasando el poder de unos a otros durante los
siglos X y XI hasta ser reconquistada y nombrar como primer alcalde a Rodrigo
Díaz de Vivar, el Cid Campeador.
Esta
localidad, que rezuma historia por calles, plazas y edificios, fue la primera
de la provincia en merecer el título de Conjunto Histórico-Artístico.
Continuando
hacia el sur, surgen en la ruta Brías, Abanco, Torrevicente, Retortillo de
Soria y Romanillos, antes de entrar en Atienza, donde aguarda un merecido
descanso al seguidor del Camino del Cid,
a fin de planificar la siguiente etapa: Tierras de Frontera.
(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE
FOTOS)