EL ESCRITOR QUE CREÓ A “MOBY DICK”
Prolífico escritor norteamericano y notable
viajero, Herman Melville es una de las principales figuras de la literatura.
Nació en Nueva York en agosto de 1819, en el seno de una acomodada familia de
Boston, con antecedentes militares por parte materna. A los diecinueve años y
descartando la posibilidad de acudir a la universidad, comenzó a embarcarse en
los viajes que años después inspirarían buena parte de sus obras, pasando algún
tiempo en las islas del Pacífico.
De vuelta a Estados Unidos, trabajó
como profesor, y en 1841 viajó a los Mares del Sur a bordo del ballenero Acushnet. Tras dieciocho meses de
navegación, abandonó el barco en las islas Marquesas y vivió un mes entre los
caníbales. Más tarde, escapó en un mercante australiano y llegó a desembarcar
en Papeete (Tahití), donde estuvo en prisión durante algún tiempo, antes de
regresar a su hogar en 1844. Tres años más tarde contrajo matrimonio con
Elizabeth Shaw, hija de un magistrado de Massachussets, con la que se asentaría
en una granja de Pittsfield, localidad de dicho estado, y tendría dos hijos y
dos hijas.
Sus primeras novelas se basaron en su
experiencia como marino, y al tema del mar corresponden sus obras (escritas
entre 1846 y 1850): Typee, un edén
caníbal, que ya fue un auténtico best
seller en su época. Luego escribió Omoo,
Mardi y Redburn, mientras que en La
chaqueta blanca relató sus experiencias en el ejército.
Aquellas novelas alcanzaron
rápidamente una gran popularidad y le abrieron de par en par las puertas de la
fama y el éxito económico, pero un incendio en los talleres de su editor le
ocasionó un revés económico importante, viéndose obligado posteriormente a
trabajar en la aduana de Nueva York.
En Massachussets cultivó la amistad con
el escritor Nathaniel Hawthorne, a quien dedicó su obra maestra, Moby Dick on the whale (1851)
universalmente conocida, en la cual introdujo reflexiones éticas y filosóficas
que se manifestaron también en Pierre o
las ambigüedades (1852), una oscura exploración alegórica sobre la
naturaleza del mal. Curiosamente, en aquellos tiempos Moby Dick no resultó un éxito comercial y Pierre o las ambigüedades fue un estrepitoso fracaso.
MOBY
DICK, LA BALLENA BLANCA
El tema central de Moby Dick es el
conflicto entre el capitán Ahab, patrón del ballenero Pequod, y la gran ballena blanca que le había arrancado su pierna
derecha a la altura de la rodilla. Ávido de venganza y cegado por su obsesión,
Ahab se lanza con toda su tripulación a la desesperada búsqueda de su gran
enemigo.
La obra sobrepasa mucha la aventura, y
se convierte en una alegoría sobre el mal incomprensible, representado por la
ballena, un monstruo de las profundidades que ataca y destruye todo lo que se
interpone en su camino, y también por el capitán Ahab, que representa a su vez
la maldad absurda y obstinada, que sostiene una venganza personal y arrastra a
la muerte inútil a muchos inocentes.
La profundidad psicológica, que fue
más evidente en esta obra, ya había comenzado a emerger en Mardi (1849) y en La chaqueta
blanca (1850).
Moby Dick fue magistralmente llevada
al cine en 1956 por el director John Huston e interpretada por un reparto
estelar encabezado por Gregory Peck (excelente su trabajo como capitán Ahab),
Richard Basehart, Leo Genn, James Robertson Justice y Orson Welles.
Tanto la película como el director y
algunos de los actores, recibieron diferentes premios internacionales por su
dirección e interpretación.
Basado en la novela de Melville, el
guión fue escrito por el propio John Huston y Ray Bradbury. Los exteriores
impresionantes de la película se rodaron en Gran Canaria y la portuguesa isla
de Madeira, donde se filmaron escenas reales de la caza de ballenas, lideradas
por los propios balleneros madeirenses.
En sus memorias, John Huston recordó
el rodaje en Canarias, contando como el que quizás puede considerarse el plano
o secuencia más importante de toda la película (aquel en el que el brazo inerte
del capitán Ahab a lomos de la gran ballena blanca, se mueve al vaivén de las
olas como indicando a sus marineros que prosigan la caza) surgió de forma
imprevista, gracias a una mezcla de fortuna y pericia por parte de los técnicos
locales que se encargaban de transportar sobre las aguas la gran maqueta del
animal.
Para elaborar el guión final de la
película, Ray Bradbury se leyó hasta nueve veces la novela y llegó a
manifestar: “Terminé aplastado por una
profunda depresión… Sentí el peso, podría decirse que la carga, de Melville
sobre mis espaldas…”
LA
INFLUENCIA DEL MAR EN SUS OBRAS
La poca comprensión de su público
hacia Pierre o las ambigüedades
produjo el descenso de las ventas de sus novelas. No obstante, Melville
continuó el proceso de creación y decantación de su estilo literario. Durante
este periodo publicó Israel Potter
(1855), el libro de relatos Cuentos de
Piazza (1856), en el que se incluyen algunos de sus mejores cuentos como Benito Cereno y Bartleby, el escribiente.
El
hombre de confianza
es la novela más infravalorada, desconocida y posiblemente más radical de todo
el siglo XIX, según llegó a decirse de ella.
Le siguieron Timoleón, Los cuentos del
mirador, John Marr y otros marinos
y Billy Budd, marinero, obra que en
1891 volvió a abrirle las puertas del mercado y le permitió publicar otros
escritos inéditos como Diario de una visita
a Europa, Mediterráneo Oriental, La
novia del manzano, Diario de una visita a Londres, Fin del continente, Diario de más allá de los estrechos y
finalmente Cartas.
Su exploración de los temas
psicológicos y metafísicos influyó en las preocupaciones literarias del siglo
XX, a pesar de que sus obras permanecieron en un olvido relativo hasta la
década de 1920, cuando su genio recibió finalmente el reconocimiento que
merecía.
La muerte de Herman Melville, el 28 de
septiembre de 1891, pasó virtualmente desapercibida. Fue enterrado en el
cementerio de Woodlawn, al norte del Bronx.