La presente edición de TIEMPO DE VIAJAR incluye dos interesantes reportajes: El primero de ellos dedicado a BRUJAS la ciudad belga conocida como la Venecia del Norte. En un segundo reportaje realizamos una interesante visita al PALACIO DE GOLESTAN auténtico esplendor persa en la capital iraní. Y en los Destinos Mágicos invitamos al lector a realizar un recorrido por la CRIPTA DE SAN ANTOLÍN maravilla visigótica del siglo VII, situada bajo la actual catedral de Palencia. Excelente el capítulo gráfico en la Galería de Fotos. http://info-tiempodeviajar.blogspot.com Adéntrate en las páginas de TIEMPO DE VIAJAR, donde siempre encontrarás reportajes, una amplia galería de fotografías, noticias, curiosidades y todo lo relacionado con el mundo del viaje y la aventura. Incluso tienes un contacto por si quieres formular alguna consulta.

INCREIBLE INDIA


India, el embrujo de Oriente. Descubrirla supone la más inolvidable de las experiencias porque significa tanto como adentrarse en un sueño, en un mundo exótico y misterioso repleto de fenómenos visuales donde, aún hoy, la fantasía sigue siendo infinitamente superior a la realidad.
Hay que borrar cualquier imagen banal de la mente y abrir bien los ojos para sumergirse bajo una catarata de sensaciones y contrastes que sorprenden a cada paso, olvidar todo aquello que pueda influenciar desde la óptica occidental y abandonarse a una orgía de luz, olor, sabor y, especialmente, color… porque todo en la península indostánica tiene la irresistible seducción del color. Un maravilloso y excitante color, miles, infinidad de ellos, y a decir verdad aturden, embriagan, confunden y terminan por cautivar hasta límites insospechados.
Desde el purísimo blanco del mármol del Taj Mahal hasta el ocre rojizo de las fortalezas mogoles de Fatehpur Sikri, Agra, Jaisalmer y Gwalior o el tenue rosado de la fastuosa Jaipur.
El púrpura, añil, amarillo, granate… de los saris que engalanan a mujeres de tez oscura y delicada belleza de la tierra rajasthani, o el rojo, verde, azul, incluso blanco, de turbantes, kurtas y achkan de las gentes que deambulan por las abigarradas callejuelas de Chowringee en Calcuta, los alrededores de la bahía en Mumbai o Chandni Chowk en el corazón de la vieja Delhi, sin olvidar el anaranjado de las túnicas budistas en las estribaciones del mítico Himalaya.
Los cautivadores reflejos de madreperla, jaspe, ónice coral, turquesa… de los lujosos palacios rajput, el verde intenso de la exuberante vegetación en torno a las serenas playas de Goa o los destellos plateados del crepúsculo sobre la costa de Bengala y el amarillento de las suaves y sinuosas dunas del Thar calcinadas por el sol.
El grisáceo oscuro de los templos de Ellora, Ajanta, Khajuraho y Konark, erigidos con auténtico fervor de eternidad, o el más claro de la neblina sobre el cauce del río Yamuna después de la lluvia monzónica.
El nítido azul del cielo sobre el Índico o de los estanques que rodean palacios y mezquitas amparados en ancestrales leyendas de reyes y guerreros.
El verde lujurioso de las regiones meridionales de Kerala o Tamil Nadu, o bien el de la hermosa Cachemira que transpira naturaleza viva y en la que las tonalidades otoñales compiten rabiosamente con las flores rosas del manzano, los campos de azafrán y los lagos salpicados de lotos azulados.
El matiz castaño de los templos de Orissa, obra de fanáticos perfeccionistas del arte. Shiva, Ganesh, Vishnú, Kali… La piedra les representa y su color resulta imperecedero, un color impregnado de sabiduría, de siglos de historia y arraigada devoción hacia las divinidades.
Incluso el sagrado Ganges, creador de vida y fuente espiritual del hinduismo, también aglutina todos los colores para purificar a quienes se sumergen en sus aguas en un fascinante amanecer dorado sobre los ghats de la atormentada Benarés.
Y si cualquier manifestación religiosa rezuma el más acendrado misticismo, las ferias, mercados y luminosos festivales no son sino una explosión capaz de absorber los sentidos a cualquier foráneo no preparado para semejante alarde, calidoscopio indescriptible y un verdadero paraíso para el fotógrafo ávido de captar imágenes en cualquier rincón de este sorprendente país.
Lo atractivo de cada imagen, de cada secuencia, una panorámica de algún lugar remoto, el rostro arrugado de un anciano, los ojos brillantes de un niño, la encantadora sonrisa de una mujer… colores vivos unos, indefinidos otros . Belleza ensalzada hasta el infinito esplendor.
Violeta, anaranjado, negro, bermellón, ocre… otra vez rojo, amarillo, azul intenso, granate, blanco, verde… Una sinfonía multicolor. Toda una vorágine que invita al éxtasis ante los siempre atónitos ojos de quien los contempla.

LA OTRA CARA DE LA INDIA
Pero también existe otra India, menos multicolor y quizás más real.
Quisiéramos compartir con nuestros lectores algunas fotos curiosas de esta maravillosa India y de la que, a pesar de todo, dicen que es un país emergente.
En India, sus gentes tienen menos pero, sin duda, comparten más.
Quizá el secreto radique en conformarse con menos. La crisis que explican en Europa, para la India no es más que una “comida de coco“.
Muchos canales de televisión y poco disfrute, mucho móvil pero poca comunicación en familia. Quizá ahí radique una de las claves de la auténtica felicidad.
Las grandes ciudades como Mumbai, Calcuta, Nueva Delhi, Chennai o Bangalore, con ansiada modernidad no cesan de construir desafiantes edificios a un ritmo realmente trepidante. Sin embargo, también albergan algunos de los mayores barrios de pobreza que existen en el continente asiático y muy probablemente en todo el mundo.
Los extranjeros solemos hacer siempre hincapié en los pobres que malviven en la India, sin percatarnos o no queriendo asumir quizás, que en nuestros países de origen también los hay y cada vez en un número más creciente. Lo que sucede realmente es que a la hora de recurrir a las estadísticas, en éste país las cifras se disparan con mucha facilidad. La llamada mayor democracia del mundo, siempre derrocha adjetivos superlativos.
En la cuna de Mahatma Gandhi, el hombre que trató de hacer reflexionar a la humanidad con su mensaje de paz y tolerancia, se asegura que son casi quinientos millones los indios que sobreviven por debajo del umbral de la pobreza. Por el contrario, existe una cifra similar que supera los niveles de la opulencia. India cuenta con el mayor número de multimillonarios de nuestro planeta y éstos, por contraproducente que pueda parecer, viven de aquéllos. Los pobres son la riqueza del país, porque con sus ínfimos salarios a cambio de trabajar sin límites, se convierten en la mano de obra indispensable, la columna vertebral india para que todo funcione, ya sea en talleres, fábricas o cualesquiera sectores industriales o comerciales.
Dicho de otra manera, para que existan pistas de tenis, clubes sociales del más alto nivel, campos de golf, lujosos hoteles, hipódromos o edificios con aire acondicionado, es necesario que cada vez haya más indios revolviendo entre las basuras, durmiendo en chabolas de plástico junto a las vías de los ferrocarriles o en las estaciones y mendigando a los turistas por todas partes. La mayoría de ellos son simplemente trabajadores que están al mismo borde de la inanición y que con un dólar diario no tienen derecho absolutamente a nada. Eso los más “afortunados”, por supuesto.
La antigua Bombay tiene, por lo general, un clima muy caluroso, aparte de un índice de humedad muy elevado, y ello propicia que se viva mucho al aire libre, en la calle. Y, por tanto, la mendicidad sea mucho más visible que en otros lugares del mundo.
Pero la historia no es de ahora, data de muchos años atrás. En los siglos XVII y XVIII, en las épocas de la Compañía de las Indias Orientales, la mano de obra india ya fue objeto de una constante explotación a causa de lo barata que resultaba. Y en el siglo XIX y parte del XX fue el trabajo de los sufridos coolíes la base sobre la que se erigió y sostuvo el Raj británico.
Los pobres, muy a pesar de la modernidad, los avances tecnológicos y de todo tipo, siguen formando parte de cualquier paisaje de la India.
Quienes suelen progresar en la vida de forma rápida y generalmente sin escrúpulos, los nuevos ricos de la ciudad, son quienes inciden en hablar de que existe una nueva Mumbai, un auténtico milagro económico, un boom, como suele decirse. Resulta curioso que, por el mero hecho de haberle cambiado el nombre a esta gran urbe, parece que todo sea diferente y la misma haya resurgido de sus propias cenizas. Algo que llama la atención, precisamente en los indios, ansiosos porque el resto del mundo les admire y les tenga en cuenta, pero que a la vez son, muy posiblemente, los seres humanos que sienten de forma más arraigada auténtico respeto y profunda vinculación a su pasado anclado en siglos de historia.
Puede que el visitante encuentre una Mumbai diferente, pero en el fondo seguía siendo la misma de siempre, con sus males y defectos endémicos. Cabe considerar de entrada que en un país que ronda los 1.200 millones de habitantes nada es fácil y sí resulta todo muy complicado. Nadie pone en duda que sea una nación emergente, como dicen los expertos en economía, pero lo que sí está claro es que en temas como la superpoblación, las castas, la corrupción y el hambre, las soluciones permanecen estancadas.
La superpoblación ahoga a la India y cerca de la mitad de sus habitantes tiene una edad inferior a los 25 años. A diario, se ha calculado que entre trescientas y cuatrocientas familias emigran a las grandes ciudades en busca de una oportunidad. De ellos, muy pocos lograrán salir adelante. Hay que tener en cuenta que el promedio por familia es de cuatro o cinco personas.
Muy a pesar de que el sistema hinduista de castas ha decrecido en las últimas décadas, sigue teniendo una influencia decisiva en determinados, sino en todos, sectores de la sociedad y su rigidez impide, sin lugar a dudas, el progreso de muchos pobres.
Nadie pone en duda la buena voluntad de los diferentes gobiernos que han regido y rigen la mayor democracia del mundo, a la hora de anunciar en época electoral su batalla contra el hambre, pero a la hora de la verdad todo queda en simples palabras y el problema sigue creciendo cada vez de forma más acuciante. La mortalidad infantil asciende a cifras más que alarmantes, cada año mueren 1,7 millones de niños debido a la malnutrición y las enfermedades que de ella se derivan. Y en el trasfondo del tema está el hambre.
En lo concerniente a la corrupción sabido es que bien pocos países y sus gobernantes escapan a la misma. Por desgracia se extiende por todo el mundo. En la India muy especialmente, el cáncer de la corrupción es uno de los mayores obstáculos para su desarrollo.
Basta con observar estas simpáticas, pero reales imágenes de la vida cotidiana, para comprobar como vive el 80% de un país con la segunda mayor densidad de población mundial. Y sus gentes, que son el mejor activo que tiene la India, sin lugar a dudas, no tienen cobertura sanitaria, ni paro, ni conocen eso que llaman el Estado del Bienestar.
La India no es suficiente con observarla, hay que vivirla.