EL DEPREDADOR MALDITO
Con una leyenda negra a
sus espaldas, el canis lupus signatud
o lobo ibérico, es una subespecie de lobo endémica de la península ibérica y
está catalogado como especie vulnerable y casi amenazada en el Atlas de los mamíferos
terrestres. Sin embargo, su caza está permitida en el norte de España.
Es un lobo de tamaño
medio, los machos suelen alcanzar hasta 70 cm. de altura y 50 kilos de peso. El
pelaje tiene manchas oscuras en la cola, parte anterior y cruz que han dado nombre
a la subespecie.
Aunque históricamente se
distribuía abundantemente por toda la península, actualmente se mantiene con
poblaciones relativamente estables al norte del Duero, mientras que al sur su
población es frágil y está fragmentada y amenazada, siendo una especie
protegida.
Alcanza un tamaño medio
entre 130 y 180 cm. de longitud y las hembras entre 130 y 160 cm. Los machos
adultos pesan generalmente entre 35 y 50 kilos y las hembras de 30 a 40 kilos.
En movimiento llama la atención el poderío de los cuartos delanteros en
relación a la grupa, levemente caída.
Tienen la cabeza grande
y maciza, orejas triangulares relativamente pequeñas y ojos oblicuos de color
amarillento. El hocico presenta unas manchas blancas en los belfos denominados
“bigoteras”.
Su pelaje es
heterogéneo, de tal forma que se describen unas franjas longitudinales oscuras
o negras cubriendo la parte anterior de sus dos patas delanteras, una mancha
oscura a lo largo de la cola, y otra mancha oscura alrededor de la cruz a la
que se le conoce como ”silla de montar”. El conjunto de estas marcas o manchas
oscuras son las que le han dado el nombre signatus
a este subespecie de lobo, puesto que signatus
significa en latín signado o marcado. Los lobeznos al nacer presentan tonos
oscuros uniformes.
DIETA
Este lobo es uno de los
pocos grandes carnívoros que existen en la península ibérica y como depredador,
se alimenta básicamente de las grandes presas que caza, grandes herbívoros y
otros mamíferos de porte menor. El lobo es un carnívoro depredador y la mayor
parte de su dieta está compuesta por press cazadas, aunque ocasionalmente puede
competir con aves carroñeras por los restos de animales que han muerto de forma
natural o por accidente, así como por restos provenientes de vertederos cercanos
a núcleos de población humana. También es conocido el hábito, en determinadas
estaciones, de consumir alimentos de origen vegetal tales como frutos
silvestres.
El doctor Rodríguez de
la Fuente realizó diferentes estudios para concretar la dieta del lobo ibérico
en España y según los resultados extraídos, esta podría estar compuesta por
grandes mamíferos (como jabalíes, corzos, muflones, ciervos, etc.) en un 35%,
ovejas en un 24%, conejos en un 14%, ratones de campo en un 9%, carroña en un
7%, reptiles y aves en un 5%, insectos y vegetales en un 4% y otros carnívoros
(como zorros o perros) en un 2%.
DISTRIBUCIÓN
Aunque históricamente se
distribuía con abundancia por toda la península ibérica, actualmente se
mantiene con poblaciones relativamente estables al norte del río Duero y al sur
su población es frágil y está fragmentada, siendo especie protegida.
Estos lobos poblaban la
mayor parte de las tierras del sur de los Pirineos hasta principios del siglo
XX. Sin embargo, durante los últimos cien años han venido sufriendo una
persecución sistemática y una serie de trabas indirectas para el correcto
desarrollo de sus poblaciones.
El número total de
ejemplares de canis lupus signatus que
se pueden encontrar en España varía según las fuentes. El último censo fiable
data de hace ya bastante tiempo e indicaba la existencia de 1500 a 2000
individuos. La población puede estimarse en aproximadamente 2800 ejemplares,
distribuidos prácticamente en el cuadrante
noroccidental de la Península.
Las principales
poblaciones se distribuyen por las comunidades de Castilla y León, Galicia,
Cantabria y Asturias. También hay poblaciones reducidas en zonas de montaña de
regiones limítrofes como País Vasco, La Rioja, provincia de Guadalajara
(Castilla La Mancha) y también en el norte de Portugal. También hay algunas
poblaciones en zonas de montaña del norte de Andalucía que están aisladas de
las del norte de la península ibérica, pues ambas poblaciones están separadas
por la submeseta sur, donde no hay poblaciones de este animal.
Gracias a los trabajos
de protección del lobo ibérico a principios del siglo XXI, se han localizado
ejemplares en zonas más al sur como el Sistema Central y Sistema Ibérico. Por
ejemplo, en 2013 se grabaron imágenes de crías de lobo ibérico al norte de la comunidad
de Madrid, tras 60 años sin tener datos del Proceso Histórico y población
actual.
COMO DETECTAR SU PRESENCIA
Resulta complicado para
los no expertos, pues tanto sus huellas como sus excrementos, e incluso los
daños al ganado, pueden confundirse con los de perros de gran talla. Su
observación en libertad es complicada, no obstante, se pueden oír sus aullidos.
Los principales
problemas con los que se enfrenta esta especie en España son:
·
El incremento de la
presión humana sobre el hábitat del lobo, con la desaparición continuada de
zonas apartadas en las que la especie ha prosperado tradicionalmente.
·
Los incendios forestales
que, tanto de forma natural o accidental como provocada, asolan los bosques
españoles y suponen una reducción de los hábitats naturales de la fauna en
general, y sobre todo de los grandes mamíferos que encuentran enormes
dificultades en la conquista de otros territorios de alimentación y refugio.
·
La competencia con los
intereses de ganaderos y cazadores, que se salda sistemáticamente con batidas
tras ataques de lobo.
·
La ignorancia y la
superstición -palabras duras, pero no por ello menos ciertas- de las
poblaciones agrarias que a la vez sufren los ataques del lobo sobre su ganado y
temen la figura del lobo como un animal vinculado por la tradición con los
aspectos más oscuros de la humanidad y la mitología.
·
El impacto de las
grandes infraestructuras, principalmente autopistas y vías férreas, producen en
las áreas de distribución del lobo, actuando como verdaderas barreras que
aíslan grupos poblacionales y producen atropellos de forma permanente.
·
El imperdonable
desinterés y negligencia de las autoridades competentes, tanto regionales como
nacionales, quienes se limitan a legislar en el mejor de los casos, cuando no
ganan dinero por el deplorable método de subastar el derecho de caza de lobos
por cantidades excesivas. Esas mismas autoridades se niegan a pagar
indemnizaciones a los ganaderos perjudicados por los asaltos del lobo y
mantienen una escandalosa ceguera que ha permitido que ningún cazador furtivo
haya sido jamás multado, a pesar de las leyes que protegen a la especie,
mientras que se admite que el 70% de los lobos que mueren cada año lo hacen a
manos de cazadores furtivos.
Lo cierto es que la
relación entre el hombre y el lobo está primariamente marcada por el hecho de
que son dos especies que básicamente compiten por los mismos recursos
alimentarios. Temido en ocasiones, odiado casi siempre y protagonista de
tradiciones oscuras y mitológicas la mayoría de las veces, el lobo ibérico
sigue siendo objeto de infinidad de controversias.