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RECORDANDO A TAGORE




En 1941, la India y todo el mundo de la cultura sufrieron un duro impacto con la desaparición del gran poeta Rabindranath Tagore.
Ahora, más de medio siglo después, el universo de las artes y las letras sigue rememorando al insigne bengalí, Premio Nobel y maestro de maestros, el hombre del que llegó a decirse que admiraba la armonía del pensamiento, la imagen y la expresión, como producto de su acrisolado amor a la verdad y la sinceridad más profunda.
Descendiente de una muy noble familia de Bengala, nieto de un príncipe e hijo del celebrado asceta Devendranath (fallecido en 1905), fue el creador de una escuela de carácter universal en Santiniketan (Morada de paz).
Desde la adolescencia, Rabindranath fue amante de la soledad, dedicando buena parte de su tiempo a la meditación. Tuvo en su padre un magnífico ejemplo. Considerado por sus contemporáneos como maharshi o gran sabio, con una sensibilidad extrema y siempre desde los rigurosos principios de la tolerancia, desplegó una fructífera labor de apostolado que le llevó a realizar infinidad de viajes a través de toda la India, en un intento de extender su visión sintética de los valores orientales y occidentales.
Bien pronto comenzó Rabindranath a escribir poesías, pero no encontró quien le animase a desarrollar su gran afición. Sus progenitores le enviaron a Inglaterra para que estudiara leyes, perfeccionara su conocimiento de la lengua inglesa y, al propio tiempo, entrara en contacto con las actividades culturales en el mundo occidental, más no fue por completo de su agrado. Matriculado en Brighton, apenas si mostró interés por los estudios de Derecho, sin embargo, se entregó a una frenética actividad literaria. Ésta quedó bien pronto quedó reflejada en los escritos y artículos que les enviaba a sus hermanos y en los cuales demostraba de forma palpable la fascinación y el rechazo al mismo tiempo que provocaban en él los diferentes aspectos de la sociedad inglesa.
No logró culminar sus estudios de abogacía como pretendía su familia, pero sí regresó a la India con amplios conocimientos literarios y un bagaje que, unido a su enriquecida cultura hindú, le permitió ir amasando la base de ese sincretismo intelectual y espiritual que habría de animar toda su obra.
Algún tiempo después, ya en su tierra natal, prosiguió cultivando su estilo poético, amén de publicar las experiencias alcanzadas en sus viajes. Poco a poco fue ganándose el reconocimiento literario y se convirtió en una figura relevante no sólo de la cultura india, sino también del panorama político y social del país.
Los movimientos nacionalistas surgidos a finales del siglo XIX le animaron a promover algunas campañas de petición de reformas sociales y, por supuesto, la necesaria autodeterminación de la India. Sin embargo, las consignas extremistas solían tener más aceptación y ello acabó por defraudar a Tagore quien, a los cuarenta años de edad, optó por retirarse de la vida pública.
En Santiniketan, a poco más de un centenar de kilómetros de Calcuta, fundó una escuela artística en la que se dieron prioridad a los estudios de música, artes plásticas y, sobre todo, literatura. Siempre manifestaba que la educación es la base de la sociedad y los maestros de hoy son los árbitros del destino de la sociedad de mañana.
Inicialmente, su trabajo en Santiniketan supuso para él un gran esfuerzo pues, para hacerla posible, se vio obligado a vender los derechos de propiedad literaria de todos sus libros e incluso algunas joyas de su mujer, pero pronto se vio recompensado con el éxito en su empeño.
Puso en práctica de inmediato sus ideas pedagógicas e inició su nueva aventura con apenas una docena de alumnos, uno de los cuales era su propio hijo. Aseguran que muchos de los que acudían a Santiniketan eran niños que no se habían adaptado a otras escuelas y sus familias poco esperaban de ellos. No obstante, esos mismos alumnos terminaron convirtiéndose en jóvenes cultos, muchos de los cuales llegaron a figurar entre los hijos más distinguidos de la India contemporánea.
La escuela tenía sus métodos peculiares, permaneciendo los educandos en permanente contacto con la naturaleza. Por las mañanas, al despuntar el sol tomaban un baño reconfortante, realizaban sus oraciones entre los árboles, el contacto entre maestros y alumnos era ininterrumpido, las clases se impartían al aire libre, los trabajos de los muchachos eran estudiados, editándose posteriormente los más brillantes en una revista del centro, se celebraban conferencias y  representaciones teatrales.
Tagore estaba convencido de que cada hombre y cada mujer llevan en sí la simiente de lo divino, que en cada ser humano hay una posibilidad de grandeza y que la clave radica en saber desarrollar sus potencialidades. Santiniketan vino a justificar esa convicción, evidenciando que si la forma de encarar la educación es imaginativa y es la que en verdad corresponde a cada hombre y mujer, si se cuenta con un espíritu libre para inspirar y guiar al alumno, no hay altura a la que éste no pueda llegar.

INTENSA ACTIVIDAD LITERARIA
Su labor educadora prosiguió paralelamente al desarrollo de su gran actividad literaria, obras teatrales, ensayos filosóficos, poemas, recuerdos autobiográficos y oraciones, sin embargo, la muerte de su esposa y dos de sus hijos, de alguna forma hicieron cambiar su vida, convirtiéndose su poesía en profundamente religiosa y filosófica.
En su obra Gitanjali, de contenido místico, expresó la necesidad de las virtudes para la unión con Dios, siendo la misma sólo posible a través del amor.
A manera de continuación de la anterior, en Recogiendo fruto utilizó la metáfora de la flor y el fruto e hizo una descripción sobre el alma. Buena parte de esta obra estaba compuesta por parábolas e incidentes históricos de la vida de algunos destacados ascetas indios, todo ello encaminado a probar las ventajas de entregarse a Dios.
La luna creciente, El jardinero, Aves errantes y Los cien poemas de Kabir fueron algunos de sus posteriores libros dedicados a la poesía, a los que siguieron varias comedias y dramas, destacando entre ellas Chitra en la cual realzó la santidad y los goces del matrimonio, con un argumento basado en el poema épico del Mahabharata.
En la biografía de este prolífico autor no pueden omitirse obras tan interesantes como Personalidad, Nacionalismo, Cuentos e historietas y Misceláneas, sin olvidar Sadkana, resumen de los discursos pronunciados en Inglaterra y América, y Mis reminiscencias, un conjunto de datos autobiográficos.


Las principales obras de Rabindranath Tagore fueron traducidas del bengalí al inglés, bien por él mismo o por el clérigo protestante C.F.Andrews.
En 1913 fue galardonado con el Premio Nobel de literatura.
En los años siguientes su creciente actividad vino motivada por el deseo de viajar y a la vez la necesidad de recoger fondos para Santiniketan, que en diciembre de 1918 adquirió la categoría de Universidad, dejando atrás sus modestos comienzos, ampliando y enriqueciendo su programa de estudios en todas las áreas.
" Tengo en la mente hacer de Santiniketan el hilo conector entre la India y el mundo. Quiero hacer de este lugar algo más allá de los límites de las naciones y la geografía " -aseguró Tagore-
En otro orden de cosas, la creciente agitación que vivía la India, de alguna forma le determinaron a precisar su pensamiento político, desconfiando del nacionalismo extremista muy a pesar de su incuestionable patriotismo.
En sus famosos Escritos, Jawaharlal Nehru refiriéndose a él, dijo:
" La familia Tagore jugó un papel preponderante en los diversos movimientos de reforma bengalíes del siglo XIX. En la India, la figura de Rabindranath gradualmente llegó a disfrutar de una absoluta supremacía moral. Su larga vida de actividad creadora comprendió el paso de dos generaciones enteras y casi nos parece contemporáneo. No era un político, pero sí lo suficientemente sensible y devoto de la libertad del pueblo indio como para permanecer encerrado en su torre de marfil de canto y poesía. Una y otra vez descendió de ella cuando no pudo tolerar el desarrollo de ciertas situaciones y en lenguaje profético amonestó al Gobierno británico y a su propio pueblo ".

TAGORE Y GANDHI CULTIVARON SU AMISTAD
Después de que el 9 de Enero de 1915, Mohandas K.Gandhi llegara a Bombay procedente de Suráfrica y se dedicara a recorrer el país para conocer más de cerca a sus gentes, decidió ingresar en la universidad de Visva Bharati, en Santiniketan, la escuela de Tagore. En su primer encuentro, considerado por muchos como poco menos que histórico, el poeta saludó a Gandhi con el hermoso nombre de Mahatma (Alma grande), y pocos años después, escribiría de él:
" El es el único, el iluminado, la fuente de todo, el Mahatma. Siempre vivo en el corazón de su pueblo por el gran amor que nace de la sima de su espíritu. Aquel que le conoce se hace eterno ".
Tagore y Gandhi llegaron a venerarse mutuamente aunque eran por completo distintos. Ambos fueron los indios más relevantes de la primera mitad del siglo XX. Gandhi era el asceta, el ejemplo de la más austera renunciación, Tagore, por contra, era soñador, un intelectual que no desdeñaba algunas costumbres occidentales y menos dado al sacrificio. Gandhi resultaba más frugal pero a la vez inflexible, Tagore, sin embargo, siempre era tolerante.
Sus batallas dialécticas, la expresión de sus propias diferencias, eran precisamente lo que más les unía y les hacía inseparables.
" Comparar y oponer a dos figuras tan extraordinarias -llegó a comentar Nehru en cierta ocasión- es por demás instructivo, dado que ambas no podían ser más diferentes una de otra. Tagore, artista aristocrático convertido en demócrata con simpatías proletarias, representaba esencialmente la tradición cultural de la India, la tradición de aceptar la vida en toda su plenitud y transcurrirla entre cantos y danzas. Gandhi, más hombre de pueblo y casi un simbolismo del campesino, representaba la otra antigua tradición de la India, la del ascetismo y la renunciación. Ambos significaban dos visiones distintas del mundo y al mismo tiempo eran absolutamente indios. Parecían representar aspectos diferentes pero armoniosos y complementarios del mismo país. Tagore fue principalmente hombre de pensamiento y Gandhi un hombre de concentrada e incesante actividad ".
La amistad de ambos resultó altamente positiva y enriquecedora para todo el país.
Aunque fue un nacionalista práctico, Tagore aborreció, sin embargo, algunos de los métodos empleados por los indios más radicales y, por otra parte, también protestó vivamente frente a la dura hegemonía británica por la forma violenta que utilizó para reprimir los disturbios y manifestaciones en su contra, llegando incluso a devolver los títulos honoríficos y premios con que fue distinguido.
" Pero qué clase de India nos van a dejar ellos? -dijo, refiriéndose a los ingleses-. !Qué miseria tan absoluta!. Cuando el torrente de los siglos de su administración se seque por fin, !qué desechos de fango e inmundicia nos dejarán cuando se marchen! "
La escuela-universidad de Santiniketan fue su vida, siendo muchos los estudiosos de Oriente y Occidente que por ella pasaron para aprender los sistemas filosóficos indios y las principales lenguas. Su influencia en la mentalidad del pueblo y en especial de las generaciones posteriores a la suya, resultó notoria. No sólo el bengalí -la lengua en la que escribió muy particularmente-, sino también todas las lenguas modernas de la India, fueron modeladas en parte merced a sus escritos.
Tagore fue internacionalista por excelencia, creyendo y trabajando por la cooperación de todos los países del mundo, a los cuales llevó el mensaje de la India, pero también trajo al suyo el mensaje de otros muchos pueblos.
Contrariamente al curso normal de cualquier desarrollo, cuanto más envejecía, sus puntos de vista más se radicalizaron, aunque siempre tuvo los pies firmemente plantados en la tierra, en su tierra, y su pensamiento impregnado de sabiduría hasta el fin de sus días.
" Espero el día en que termine el holocausto y el aire se vuelva puro, lleno de voluntad de sacrificio y de deseo por servir a la humanidad. Quizás esa nueva aurora se anuncie en estos horizontes del Oriente, desde donde se levanta el sol. Ese día el hombre invicto, volverá a retomar la senda de sus triunfos, atravesando todos los obstáculos para recuperar la herencia que ha perdido "
La producción literaria de Rabindranath Tagore está en todo momento impregnada de un profundo pensamiento filosófico-religioso (con una gran influencia de los Upanishads). Y su poesía, especialmente la compuesta en plena madurez, se convierte en un canto de alabanza que parte de la contemplación de la naturaleza para intentar reflejar (generalmente por medio de una sutil musicalidad), esa armonía cósmica que anuncia el feliz reencuentro entre lo particular, el ser humano, y lo absoluto, la divinidad.
Fue más, mucho más que un poeta. Era un pensador, un alma noble, un novelista, un maestro, dramaturgo y pintor en sus últimos años de existencia. El volumen y la diversidad de sus escrituras son realmente asombrosos y sus canciones, reflejan perfectamente la perfecta fusión de las palabras con la melodía
En 1941, seis años antes de lograr India la independencia, murió en Calcuta el insigne Rabindranath Tagore, un hombre cuyos restos terminaron por ser consumidos por el fuego purificador. Ese mismo fuego, sin embargo, no podrá consumir nunca la herencia que dejaba a toda la humanidad, un legado de palabras, música, poesía y pensamientos que tienen el poder de conmovernos y no deben perderse jamás.
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El padre volvió del lugar de la incineración.
El niño semidesnudo, con sus siete años y un amuleto de oro en torno al cuello, estaba solo, de pie ante la ventana más alta de la casa, en la calleja solitaria.
El padre no sabía qué estaba pensando.
El sol matinal besaba la copa del nimbo de la India; el frutero había pasado ya, pregonando sus mangos aún verdes.
El padre entró y sentó al niño en las rodillas.
¿Dónde está madre? -dijo el niño-
En los cielos -respondió el padre-
Esa noche, lleno de angustia, el padre murmuraba inquieto en medio de los sueños.
En el portal brillaba la mortecina luz de una lámpara.
Sobre las paredes, corrían un par de lagartijas.
En frente, en la terraza abierta, fue a quedarse el niño.
A su alrededor, las casas, con las luces apagadas, parecían guardias de alguna ciudad demoníaca, dormidos de pie.
El niño desnudo miraba al cielo. Su mente perturbada preguntaba sin saber a quién:
¿Dónde está el camino de los cielos?
No hubo respuesta en los cielos. Desde las estrellas, caían las lágrimas de la silenciosa oscuridad.

                                                                       Rabindranath Tagore