Sioux, navajos, shoshones, comanches, kiowas, crows, apaches, arapahoes, mohawks, cherokees, creeks, semínolas… Antes eran los dueños de las inmensas praderas por las que vagaban en absoluta libertad, a lomos de sus caballos y cazando bisontes. Ahora, sin embargo, deben estar recluidos y humillados en las llamadas “reservas” en las que el hombre blanco les ha confinado.
Los descendientes de los primitivos pobladores de estas tierras del norte de América, son reacios a aceptar la modernidad y se esfuerzan en no olvidar su cultura ancestral y mantener su dignidad.
A pesar del transcurso del tiempo, no resulta exagerado decir que los indios todavía no se han recuperado psicológicamente de las matanzas causadas por los blancos en el pasado. Todos ellos siguen reaccionando ante su dominador con desconfianza, un instintivo sentimiento de miedo y turbación, y los más ancianos aún recuerdan con amargura la usurpación de sus tierras.
La tierra, por muy árida y pobre que sea, es el factor que liga a los indios con su pasado, lo que les da su sentido de identidad. Algunas tribus, como los navajos y apaches, llegaron a los Estados Unidos procedentes del norte hace más de mil años. En un principio eran cazadores y recolectores nómadas, pero con el tiempo se hicieron pastores, tejedores y agricultores. Vivían en grupos de familias emparentadas entre sí, en casas redondas a las que llamaban hogan. Como muchas otras tribus, sus leyendas y mitos hablaban de grandes héroes que salvaron a su tribu de terribles peligros y dificultades. Estas leyendas eran en realidad la expresión de sus sentimientos y experiencias, mucho antes de la aparición del hombre blanco.
Los primeros españoles llegaron a las tierras de los navajos en 1540. Las pinturas rupestres encontradas representaban a los españoles a caballo, animal que estos indios no habían visto nunca hasta entonces. Pronto el caballo se convirtió en un elemento fundamental de sus vidas. Los navajos aprendieron con rapidez muchas cosas de los españoles, enriqueciendo de forma considerable su cultura. Gracias a ello vivieron un largo periodo de prosperidad.
Posteriormente hicieron su aparición los comerciantes franceses de pieles que se establecieron alrededor de los Grandes Lagos. A ellos les siguieron los ingleses que construyeron los asentamientos de Virginia en Jamestown a partir de 1607. Pocos años después fueron los neerlandeses quienes se situaron en las inmediaciones del río Hudson… y luego vinieron las guerras de la independencia con los ingleses, la Constitución de Estados Unidos en 1788 con George Washington de primer presidente, la guerra de Secesión que enfrentó al norte con el sur y un largo etcétera al que hubo que añadir la denominada “fiebre del oro” y todo un alud de colonos que fueron llegando para establecerse en aquellas tierras. Hasta que todo se terminó con la aparición de las tropas yankis al mando de un joven coronel llamado Kit Carson.
Este militar tenía la orden de matar o hacer prisionero a cualquier indio que encontrase. Y efectivamente así fue, Carson hizo prisioneros a más de 8.000 navajos, quemó sus casas y destruyó todas sus cosechas.
La columna de prisioneros, compuesta de jóvenes y ancianos indistintamente, fue obligada a marchar bajo la amenaza de las armas alrededor de 500 kilómetros hasta el fuerte Summer, donde permanecieron cuatro años viviendo en durísimas condiciones. Más de dos mil murieron de disentería, pulmonía y otras enfermedades, pero a pesar de ello el Gobierno consideró que se gastaba demasiado dinero en cuidar de los prisioneros.
En 1868 el gobierno americano eliminó el gasto y firmo un tratado con el jefe navajo, confinándoles en los límites de un territorio estéril y desértico. A partir de entonces quedarían sujetos al cumplimiento estricto de todas las cláusulas del acuerdo, serían considerados ciudadanos de “clase inferior” de un país, el suyo, que curiosamente se proclamaba “paladín de la libertad y de la igualdad entre los hombres”
Habían vivido rodeados de tranquilidad dedicados a la caza para el sustento, hasta que esa paz quedo truncada por la presencia hostil del hombre blanco: un recién llegado a sus tierras que venía dispuesto a ganar terreno para su ferrocarril y con éste alcanzar el Oeste. A medida que la línea férrea iba avanzando, más y más colonos se fueron quedando en las praderas. Muchos de ellos incluso construían sus cabañas en la tierra que antes era sagrada.
Los recién llegados veían a los indios como salvajes que vivían sin regla alguna. No comprendían sus costumbres, ni porqué vivían en chozas pintadas con dibujos que significaban que les protegían y quedaban a salvo de los malos espíritus. No entendían la razón de sus extraños rituales, ni de su música y sus danzas, ni de las pócimas que utilizaban en medicina, ni de los bailes que realizaba el hechicero para sanar a los enfermos… Nunca llegaron a comprender, ni siquiera lo intentaron, lo que la naturaleza significaba para ellos.
Por el contrario, el llamado progreso supuso para los indios la llegada de más hombres blancos y menos animales para poder cazar. Algo terrible, porque el tatanka (búfalo) era uno de sus principales sustentos. De él se utilizaba todo. Su carne alimentaba a la tribu durante mucho tiempo y la piel servía para protegerles del frío.
Ante el peligro que amenazaba su forma de vida, a los indios no les quedó otra alternativa que pintarse los colores de guerra y luchar contra los “rostros pálidos” que les invadieron y atacaron sin piedad.
Curiosamente a finales del siglo XX tuvieron que designar con un montón de oscars y premios a la película Bailando con lobos para que los espectadores de todo el mundo recordasen que aún existen indios en Norteamérica. Triste, pero cierto.
Una gran mayoría de la sociedad americana trata de ningunear todo lo que respecta a los primitivos pobladores de las tierras que ellos ocupan ahora.
Se omite o se menosprecia cualquier referencia a nombres aborígenes. Los indios siempre han sido los malvados y aquellos que realizaban masacres, mientras que el ejército norteamericano era el gran pacificador. Excelente publicidad made in Hollywood, por ejemplo, donde siempre ganaban los “buenos” y, por el contrario, los indios eran los que corrían con la peor parte. Ellos eran los “malos”, los que siempre acababan perdiendo.
La realidad fue muy otra, a pesar de lo que trata de inculcarse a las jóvenes generaciones. De forma perversa y retorcida se pretende silenciar todo aquello que, sin duda, causa sonrojo y vergüenza para un país que siempre ha alardeado de justicia y libertad de expresión. La historia que cuentan los blancos norteamericanos, por citar un ejemplo, pasa de puntillas por algunos hechos auténticamente reales, como el descalabro del ejército gubernamental frente a los indígenas en Rosebud River y Little Big Horn en 1876, en el que moriría el famoso general Custer. Como venganza, sólo unas semanas después fue capturado Caballo Loco (Crazy Horse) y asesinado a bayonetazos.
En el año 1859, las tropas del gobernador militar de Sonora, asesinaron a la madre, la mujer y los tres hijos de Gerónimo.
Siendo ya mayor y estando en una “reserva”, Toro Sentado (Sitting Bull) se sintió atraído por unas danzas de carácter místico, cuja ejecución buscaba expulsar al hombre blanco de sus tierras. El Gobierno vio en estas danzas una amenaza y envió una patrulla para detenerle. En el alboroto que se formó, Toro Sentado y su hijo resultaron muertos.
Osceola, líder de los semínolas, cerebro y gran estratega de campañas exitosas frente al ejército norteamericano, fue hecho prisionero por las tropas del general Thomas Jessup, las cuales escribieron una de las páginas más oscuras de la historia de los Estados Unidos, dado que fue capturado a traición, aprovechando una tregua ofrecida por el propio general. Y no suficiente con ello, con posterioridad, en 1838, hallándose prisionero en la cárcel de Charleston murió en extrañas circunstancias. Se dijo que falleció de una enfermedad, pero nunca quedó aclarado.
Estos pocos ejemplos demuestran bien claramente que la historia contada por los norteamericanos blancos, es muy distinta.
Hombres como Gerónimo, Caballo Loco, Toro Sentado, Cochise, Osceola, Nube Roja… y tantos otros, fueron los auténticos héroes y líderes de un pueblo que se vio empujado a luchar por la libertad de sus tierras.
CONTROLADOS EN LAS RESERVAS
Desde que sus antepasados fueron abatidos por la “civilización” del hombre blanco -por medio de las armas-, los indios que constituían la primitiva población de los Estados Unidos y Canadá, han vivido diseminados en pequeñas “reservas”. Hoy, estos recintos son como pequeños estados soberanos, limitados por el poder del gobierno norteamericano.
La mayoría vive del dinero que les da Washington. Sólo que por cada dólar que paga el contribuyente les llegan apenas 22 centavos. El resto se pierde en el largo camino de la burocracia.
La única salida de su miseria podría ser la autonomía. En los últimos años se han realizado varios proyectos en este sentido. Actualmente las reservas tienen subgobiernos, consejos constituidos por varios jefes elegidos.
La mayor parte del suelo que ocupan no es cultivable y sólo en los últimos años se ha acometido la explotación de los recursos naturales de este territorio, a través de la firma de contratos entre el Gobierno federal y los consejos tribales. Estos consejos vienen funcionando desde 1924, pero han sido boicoteados por muchos indios que los consideran un organismo corrupto y al servicio de los opresores blancos.
En Canadá, donde el Gobierno federal se ha comportado de forma más paternalista -los indios disfrutan de los derechos de ciudadanía desde 1960- el movimiento indio ha tardado más en surgir. Los indios de este país no habitan sólo esta zona sino que acampan y cazan en las grandes extensiones del norte. Canadá ha preferido crear reservas en los lugares donde ya existían poblados indios, en vez de reunir a muchas tribus en zonas amplias.
Aman la naturaleza hasta un punto que ningún occidental podría comprender nunca. La madre Tierra lo es todo para ellos, es sagrada como su flora y su fauna.
Las condiciones en las reservas siguen sin mejorar. Neumonía, tuberculosis o diabetes son enfermedades que se encuentran a menudo entre sus habitantes. El número de recién nacidos que mueren en su primer año de vida es tres veces mayor que en otras razas.
FIELES A SUS COSTUMBRES MAS ANCESTRALES
Algunos sobreviven criando algo de ganado. Vacas en el caso de los sioux, crows y comanches; y ovejas en el suroeste donde sobreviven los hopis, navajos y apaches.
Entre el pasado orgulloso y el presente humillante; entre las tradiciones y la modernidad, las últimas tribus indias de Estados Unidos siguen buscando su identidad.
Las formas de ocio son escasas para los jóvenes de raza india y eso puede convertirse en un problema de cara al futuro más inmediato, dado que comienza a aflorar el fantasma del alcohol y las drogas.
Los navajos llamaban al territorio que ocupaban dinetah, que significa “tierra del pueblo”. En algunos lugares de estas “reservas” existen pequeños letreros que recuerdan: “Esta tierra es india”, como pretendiendo indicar que atrás se deja Estados Unidos. Este pequeño mundo, aunque dependiente del gobierno de Washington, no tiene nada que ver con la sociedad norteamericana.
Por la noche, cuando todos están sentados alrededor de una fogata, en lo más profundo de su corazón se sienten lejos del siglo XXI.
En la actualidad, en el interior de las “reservas” tratan de seguir fieles a sus costumbres más ancestrales. La mayoría de los rituales se dirigen a curar las enfermedades.
Además, todos estos rituales comienzan en la vivienda tradicional de este pueblo. Se trata de una construcción circular, a imagen del concepto del universo navajo, con la entrada mirando hacia Oriente para “ver nacer el sol”.
Son cabañas hechas de paredes de madera rellenas con barro seco que obedecen a una forma octogonal. En el pasado, en su interior los indios dormían en círculo, como los radios de una rueda, con los pies cerca del fuego que ardía en el centro.
Temen a los espíritus de los muertos que pueden regresar en forma de animal o, lo que todavía es peor, de brujo. Por eso cuando una persona muere en el interior de sus cabañas, éstas son abandonadas por la familia y a nadie se le ocurre habitarlas nuevamente.
Sólo los brujos de las tribus, tienen derecho a revelar los nombres indios de los lugares sagrados. Los guías del Gobierno en Monument Valley o el Grand Canyon, por ejemplo, desconocen estos nombres y por eso deben inventarse otros que no corresponden a la realidad.
Cuando un navajo se siente enfermo se resiste a ir a un hospital y prefiere acudir al brujo de su tribu.
Los navajos no quieren ser objeto de la curiosidad de los turistas curiosos que solo quieren hacerles fotografías.
Por su parte, originarios de la península de Florida, la legendaria nación semínola constituye, sin duda alguna, otro de los casos significativos entre las demás naciones indígenas de Norteamérica.
Recolectores de frutos y cultivadores de maíz, tabaco, calabazas, melones, cazadores y pescadores, el contacto con los españoles les convirtió también en criadores de ganado vacuno.
Vivían en unas chikee, peculiares cabañas hechas con palmas sobre madera de ciprés y eran perfectamente conocedores de su entorno, los pantanos, en los cuales desenvolvían su vida cotidiana. Formaban parte de tribus pacíficas hasta que llegaron las hostilidades.
Acosados sin cesar por las autoridades de Washington, que pretendían expulsarles de sus tierras y confinarlos en reservas, entre 1817 y 1858 mantuvieron hasta tres conflictos bélicos con el ejército norteamericano. Durante las llamadas “Guerras Semínolas” se produjeron auténticas matanzas por ambas partes y, aunque al final muchos de ellos fueron deportados a Oklahoma, otros, alrededor de unos trescientos seminolas, se refugiaron en los pantanos de la región sin que el ejército -a menudo sorprendido en rápidas emboscadas- pudiera desalojarlos. El enorme costo que suponía el mantenimiento de fuerzas regulares en un territorio extremadamente difícil de controlar obligó la retirada de las tropas, dando por finalizada la contienda sin la firma de un tratado final que supusiera cesión alguna de soberanía por parte de los resistentes, conocidos desde entonces como los "invencibles".
Muchas de las celebraciones de los nativos americanos, como las de otras culturas, coinciden con los solsticios. Durante las fiestas religiosas para renovar su fe en los espíritus, además de bailar se cuentan leyendas y mitos que deben servir de ejemplo para las nuevas generaciones.
La típica ropa de cuero de ciervo y las pieles de bisonte se ven únicamente durante las celebraciones, al igual que los adornos de las plumas. En estas ocasiones, las mujeres siguen manteniendo la costumbre de peinarse con trenzas.
Lentamente comienzan a bailar y el monótono sonido de los tambores marca sus pasos. Sus cuerpos son capaces de bailar así durante horas, un día entero, mientras que sus mentes entran en trance.
Deciden excluir de sus celebraciones religiosas a todos los blancos. No quieren convertirse en un simple espectáculo para los turistas.
La codicia de los llamados “rostros pálidos” por conseguir más tierras, acabó con tribus enteras y ellos ahora luchan por resistir en un entorno reducido, pero siempre fieles a las costumbres de sus antepasados.
LAS NUEVAS ESCUELAS PARA INDIOS
Sólo los indios de América del Norte hablaban más de 500 idiomas diferentes y un sinfín de dialectos de cada lenguaje.
Sin embargo, todo lo que formaba parte de la cultura india quedó prohibido. Los blancos sacaron a los niños de sus hogares y les obligaron a acudir a colegios donde les estaba prohibido hablar su idioma.
Fue así como hace unas décadas surgió en el interior de las “reservas” un nuevo tipo de colegio en Estados Unidos, las survival schools, un intento de los indios de educar a sus hijos según sus tradiciones y creencias. En estas escuelas los niños nativos aprenden de todo, pero en un ambiente más libre que en un colegio estatal. Pueden hablar su idioma y estudiarlo en el caso de que no lo hayan aprendido en casa. Los profesores casi siempre son nativos que se educaron en universidades fuera de las reservas y han vuelto a casa para ayudar a sus pueblos a conseguir la gran meta: la independencia de las instituciones blancas. Su gran misión es ayudar a los niños a formarse para sobrevivir en un ambiente marcado por la apatía de la mayoría de los miembros de la tribu y lograr que se enfrenten a una sociedad blanca muy hostil hacia los indios.
SUJETOS A LA EXPLOTACIÓN
Un mal día para los indios norteamericanos, expertos de Washington detectaron que las tierras donde se asentaban las “reservas” eran ricas en buenos recursos naturales y podían ser explotadas para obtener grandes beneficios.
En la actualidad, más del 55% de los yacimientos de uranio y la tercera parte de las reservas de carbón del país se encuentran en territorio indio.
La especulación y los desechos radioactivos están acabando con las reservas de numerosas tribus, entre ellos los hopis y los nativos de Nuevo México.
La falta de educación y experiencia, de la que adolecen sobre todo los ancianos, ha hecho posible que muchos fueran engañados a firmar contratos sin saber leer, concediendo a los blancos derechos de explotación de minas de carbón o de uranio.
Con métodos más que dudosos, las compañías de energía llegaron en 1980 a pagar dos dólares por cada barril de petróleo a los pies negros y crows en Montana y Wyoming, cuando el precio del barril estaba fijado por la OPEP en cuarenta dólares.
Las mismas compañías pagaron al estado de Nuevo México la cantidad de 15.000 dólares por cada acre para explotar los depósitos de uranio que hay en el suelo, frente a los 150 dólares el acre que recibieron los navajos.
Más impresionante aún es el caso de la Utah Mining Company, que pagó un total de quince centavos por cada tonelada de carbón a los navajos y la vendía al precio de setenta dólares al extranjero.
De las 226 tribus reconocidas por Washington, más de la mitad se encuentra en pleitos con la Administración para recuperar parte de su tierra. No se trata únicamente del Gobierno el que se apoderó de sus tierras. Las compañías de energía o construcción son un peligro para las tribus. Incluso pretenden hacer campos de golf en sus tierras.
En el suroeste del país, en los estados de Nuevo México, Arizona y Utah, se halla la mayor reserva india del país, la de los navajos. Su extensión está cubierta de montañas, frondosos bosques de coníferas y robles, desfiladeros con escarpados muros de roca rojiza, como el famoso cañón de Chelly, desiertos y el Monument Valley (conocido por las numerosas películas que en él se han filmado).
Igual que otras muchas reservas indias, ésta tiene su origen en un tratado, el de 1868 entre la Nación Navajo y el Gobierno de Estados Unidos. Lo más sorprendente de esta reserva es que a partir de 1868 no sufrió merma en su extensión, como sucedió con otras, sino todo lo contrario. A lo largo del último tercio del siglo XIX y la primera mitad del XX fue aumentando gracias a diversas actas aprobadas por el Gobierno Federal de Washington. Los motivos de este curioso y excepcional ensanchamiento hay que buscarlos en el escaso interés inicial que tenían para los ganaderos las tierras áridas del norte de Arizona, así como el continuo incremento de la población de los navajos y el constante crecimiento de su cabaña ovina que necesitaba nuevos pastos.
Sin embargo, desde 1920, el valor de estas tierras ha aumentado de forma considerable con el hallazgo de petróleo, carbón, uranio y gas natural. El Gobierno navajo ha llegado a acuerdos con varias multinacionales para la explotación de estos recursos naturales, que ha menudo han sido cuestionados por una parte importante de su pueblo, sobre todo los más tradicionalistas, que siguen creyendo que la madre tierra no debe ser devastada con la apertura de minas y la contaminación del medio ambiente producido por el lavado del carbón y el desecho de los residuos radioactivos de uranio.
UN FUTURO INCIERTO
Inevitablemente el antiguo sistema de vida indio está siendo suplantado por una cultura cuyos escasos valores son arrolladores y dominantes. Las ideas de propiedad privada, de beneficio, del individualismo y del confort, penetran cada vez más profundo en la mente de los indios a través de la publicidad en radio y televisión.
En las ciudades la mayor parte de los indios se encuentran socialmente marginados. Más de la mitad están sin empleo –muchos por no saber hablar en inglés- y los que tienen trabajo con frecuencia son despedidos al poco tiempo. La mayoría regresan a la reserva cuando han ganado algún dinero.
Muchos nativos están algo protegidos de estas influencias modernas porque viven aislados en sus reservas, pero siguen siendo humillados y mal considerados por los blancos.
Su gran mérito ha sido adaptarse a los nuevos tiempos sin haber perdido sus señas de identidad.
Al europeo le sorprende descubrir que existen numerosos grupos de indígenas, descendientes de los primeros pobladores, que no sólo han sobrevivido a los avatares de la historia, sino que han conservado su propia identidad cultural e incluso una filosofía de la vida distinta a la del resto del país.
Los indios norteamericanos luchan por sobrevivir en una tierra, la suya, y que ahora le resulta hostil. Su espíritu sigue vivo.
Nunca debe olvidarse que, mientras que los norteamericanos blancos carecen culturalmente de monumentos que den fe de su pasado, los indios nativos tienen más de mil años historia y poseen una cultura propia.