El arte ha tenido una indudable importancia en el desarrollo de la historia, permitiendo conocer mejor a los pueblos, y su mensaje ha llegado a lo más profundo, a la auténtica alma de las culturas, siendo un vínculo universal en el culto de la belleza.
Pocos países en el mundo tienen una cultura tan antigua y diversa como la India. A lo largo de más de cinco mil años, su cultura en general y las bellas artes en particular se han ido enriqueciendo debido a las sucesivas oleadas migratorias que fueron absorbidas por la forma de vida.
La pintura ha desempeñado siempre un lugar preferente en la India. Esta forma de arte siempre ha sido viva e intensa, refinada y sofisticada, a la vez que intrépida y vigorosa al mismo tiempo. Con un propósito esencialmente religioso en sus inicios, la pintura india ha ido evolucionando con el paso del tiempo hasta convertirse en una fusión de las diversas tradiciones que la influyeron.
Puede dividirse en cuatro categorías esenciales: la pintura mural, la realizada en tela -de origen más bien popular y de estilo generalmente mediocre-, la pintura sobre hojas o papel y finalmente la miniatura, la cual tuvo siempre una gran preponderancia.
En la India el arte de la miniatura es muy antiguo, probablemente mucho más de lo que la documentación de que se dispone deja intuir. Hay manuscritos ilustrados procedentes del Este del país que se remontan a los siglos XI y XII y posteriormente acabó extendiéndose a Nepal y Tíbet.
Dos grandes grupos dividen la miniatura india: la que permanece fiel a la iconografía y el pensamiento hindú, y la que bajo la égida de los mogoles adapta sus temas a las tradiciones musulmanas y a las costumbres de la Corte Imperial.
Bajo el impulso de artistas iraníes, a sueldo de la Corte musulmana de los mogoles, se desarrollaron gran número de escuelas más o menos relacionadas con el arte iraní. La gran tradición de la pintura mural hindú se transmitió en muchas de estas escuelas y volvió a utilizarse la técnica empleada en el papel y en ciertos detalles de estilo. Y mientras la escuela mogol ilustraba los temas musulmanes y escenas de la Corte, las escuelas locales, al servicio de los príncipes indios, conservaban las tradiciones y figuras de los antiguos temas de epopeyas, leyendas brahmánicas o jaínes y los poemas místicos de la India.
En cuanto a las miniaturas más tardías de la época medieval, su diversidad fue mayor quizá que la de las esculturas. Por un lado estaban las miniaturas de la Corte mogol, de origen iraní, pero con particularidades muy marcadas, con el perfilado de los retratos naturalistas de gran agudeza, y también las influencias europeas, bastante frecuentes, sobre todo en el paisaje. En otro lado se encontraban las ilustraciones populares. Entre ambos extremos se situaba la complejidad de las numerosas escuelas locales llamadas en general rajputs y en las que a menudo se mostraban escenas religiosas, ingenuas y llenas de vitalidad, y especialmente costumbres de la época.
Cuando los musulmanes llegaron a la India tenían dos escuelas principales: la mogol y la rajput. La primera de ambas modificó en profundidad la técnica de la miniatura; los artesanos mogoles fueron ante todo cortesanos, trabajando para los señores refinados, educados a semejanza del Shah del Irán, y sus obras fueron frecuentemente difíciles de distinguir de las miniaturas persas. Más tarde predominaron los elementos propiamente hindúes, y se creó un estilo indo-musulmán, pero siguió utilizándose el paisaje iraní.
La dominación de la dinastía mogol en la India fue sinónimo de esplendor y opulencia. A lo largo de tres siglos, sus emperadores establecieron poderosos gobiernos que terminaron extendiéndose por todo el subcontinente, desarrollando una gran estructura militar y administrativa, a la vez que propiciaron un extraordinario auge cultural con singular riqueza de ideas en historia y filosofía así como una marcada expresión en las artes.
Fue muy importante la contribución mogol a las bellas artes con pinturas en miniatura y joyería. Hasta entonces la tradición india en la pintura había sido fundamentalmente en manuscritos ilustrados en hojas de palma. El patrocinio del gran emperador Akbar fue el de darle el impulso necesario para un renacimiento vigoroso.
Pronto los colores indios, como el azul pavo real, comenzaron a utilizarse, desarrollando el estilo mogol en un lenguaje que lo hacía distintivo. El uso del pincel redondo le añadió en efecto de profundidad del cual carecía el estilo persa. Por su parte, los misioneros portugueses que vivían en la corte de Akbar introdujeron técnicas europeas de perspectiva
Fue bajo el reinado de Jehangir cuando las pinturas en miniatura alcanzaron su más alto esplendor. La ilustración de libros se fue abandonando poco a poco y se concedió más importancia al retrato. Se continuaron pintando escenas de caza, de batallas y de la Corte con una interesante ubicación de individuos y grupos de personas. Los retratos y las pinturas de animales alcanzaron también un elevado nivel de sofisticación.
En realidad estas hermosas pinturas, pequeñas en tamaño pero meticulosas en detalles y delicadas en el trabajo con el pincel, describían la vida en la Corte en los tiempos en que fueron creadas. La vestimenta de las figuras, la arquitectura de la tierra y las características de los rostros, siempre tomaban las formas bajo el ojo lírico del pintor.
Un suntuoso manierismo se insinuó posteriormente en la corte de Shah Yahan, cuyo interés se centró en la arquitectura. Su sucesor Aurengzeb provocó finalmente la decadencia de esta disciplina de la pintura en miniatura.
El fracaso de los últimos mogoles en darles la suficiente protección a los pintores fue la causa que obligó a éstos últimos a dispersarse hacia las diferentes partes del país, lo que trajo como consecuencia el desarrollo de estilos provinciales.
Por su parte, la escuela rajput, representó el movimiento nacional en oposición con el arte musulmán. El artesano rajput no vivía en la Corte, sino entre su familia y los de su casta, de ahí que las miniaturas describieran la vida cotidiana de aquellos tiempos.
En el grupo de las miniaturas hinduistas se distinguen las escuelas de Gujarat, cuya técnica recuerda la de los frescos. Con la estilización de las figuras de los personajes y los paisajes, recuerdan las de Irán y China. La escuela de Bengala fue también célebre por sus pinturas sobre tela, de inteligente sencillez, con colorido muy rico, mientras que la escuela de Nepal resultaba más conformista y conservadora.
Los estilos rajasthani y de las escuelas de montaña fueron escuelas de estilos regionales que evolucionaron y nuevos temas tales como la leyenda de Radha y Krishna se convirtieron en populares y habituales de estos centros.
Dado que los famosos mercaderes de Shekhavati consiguieron amasar grandes fortunas, además de construir las conocidas y bellas haveli y magníficos cenotafios, se dedicaron a levantar edificios para ser recordados en la posteridad, templos, jardines, etc… sin embargo, desde el punto de vista social eran bastante modestos y rara vez encargaban un retrato de ellos mismos. Todo lo contrario ocurrió con los rajputs, que eran los jefes guerreros de la región. Los rajputs siguieron el ejemplo de los grandes emperadores mogoles y encargaban retratos en los que aparecían siempre ostentosamente con atributos reales (armaduras, caballos, flanqueados por numerosos ejércitos, etc…) o bien rodeados de flores y en escenas eróticas en compañía de bellas concubinas en tiempos de paz.
Las miniaturas, tanto mogoles como rajputs,
son una auténtica maravilla pictórica en la que se utilizan
técnicas milenarias que tienen su origen en la filosofía oriental,
y en ellas se cuidan de forma minuciosa y con suma exquisitez todos y
cada uno de los detalles de los personajes, lugares y situaciones que
aparecen reflejados en estos pequeños lienzos.
Existen poderosas razones, entre ellas una profunda incomprensión, que parecen ser la causa del abismo existente entre Oriente y Occidente en materia de arte. Muchas veces se ha insistido en el aspecto “decorativo” de este arte, sin embargo, el arte de la India y de Asia en general, toca muy de cerca la filosofía, porque es esencialmente la expresión de un pensamiento y posee un aspecto metafísico que interesa tanto al artista como al historiador o el filósofo.
La historia de las artes religiosas de Oriente está llena de relaciones evidentes o escondidas, de matices y contradicciones aparentes, cuyo análisis nos declara el modo con que Asia ha considerado la posición del hombre frente a lo absoluto. Por ello, estudiar el arte de la India es tanto como rebasar con mucho el plan de la estética, es penetrar en el pensamiento y en los conceptos de una de las culturas vivas, sin lugar a ningún género de dudas, más ricas del mundo.