La presente edición de TIEMPO DE VIAJAR incluye dos interesantes reportajes: El primero de ellos dedicado a BRUJAS la ciudad belga conocida como la Venecia del Norte. En un segundo reportaje realizamos una interesante visita al PALACIO DE GOLESTAN auténtico esplendor persa en la capital iraní. Y en los Destinos Mágicos invitamos al lector a realizar un recorrido por la CRIPTA DE SAN ANTOLÍN maravilla visigótica del siglo VII, situada bajo la actual catedral de Palencia. Excelente el capítulo gráfico en la Galería de Fotos. http://info-tiempodeviajar.blogspot.com Adéntrate en las páginas de TIEMPO DE VIAJAR, donde siempre encontrarás reportajes, una amplia galería de fotografías, noticias, curiosidades y todo lo relacionado con el mundo del viaje y la aventura. Incluso tienes un contacto por si quieres formular alguna consulta.

JOSEPH CONRAD



PASIÓN POR LOS VIAJES Y LA AVENTURA


Nacido en Berdyczów (antes Polonia y Ucrania en la actualidad) en 1857, Jósef Teodor Honrad Korzenioswski, más conocido como Joseph Conrad, fue un prolífico novelista, marino y gran viajero.
Conrad, cuya obra explora la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano, está considerado como uno de los grandes novelistas en lengua inglesa, a pesar de que no habló esta lengua de manera fluida hasta después de cumplir los veinte años (y aun así siempre con un marcado acento polaco).
Solitario y con aire distante, no fue lo único que definió al personaje y también al autor literario ya que Conrad siempre se empeñó, algo contradictoriamente, en abordar la vida, la literatura y el arte desde una apasionada independencia, lo que desde la vertiente literaria le situó al margen de estilos y escuelas, y desde el punto de vista de su trayectoria biográfica le llevó al exilio y a abrazar un idioma extraño. El hecho de preservar siempre celosamente en penumbra determinados aspectos de su vida, algunos lo atribuyeron a su invencible pudor o a su carácter proverbialmente reservado, mientras que otros lo consideran sólo una estrategia literaria con la que mantener vivos el interés y la curiosidad de sus lectores y críticos.

MARINO AVENTURERO
Abandonó su nombre polaco original al tomar la nacionalidad británica, adoptando el de Joseph Conrad con el que es conocido habitualmente. Nacido en el seno de una familia perteneciente a la baja nobleza de Berdyczew (en la Polonia bajo ocupación rusa), su padre combinaba la actividad literaria como escritor y traductor de Shakespeare y de Victor Hugo, con el activismo político del nacionalismo polaco, objeto de la represión del régimen zarista, actividad que le acarreó una condena a trabajos forzados en Liberia. Su madre murió de tuberculosis durante los años de exilio y cuatro años más tarde su padre, el que se había permitido volver a Cracovia.
Al quedar huérfano a los doce años, Conrad hubo de trasladarse a la casa de su tío Thaddeusa a Lvov, ciudad entonces bajo administración del imperio austro-húngaro, y más tarde a Cracovia donde estudió secundaria. Hastiado de la vida estudiantil, a los 17 años viajó hasta Italia y luego a Marsella, para terminar enrolándose como marinero a bordo del buque Mont Blanc (1875).
Esa experiencia cambiaría su vida ya que con ella nacería una pasión que no abandonó jamás, por la aventura y los viajes, por el mundo de la mar y los barcos.
De los cuatro años siguientes apenas se conocen datos. Forman parte de esa etapa que él se empeñó siempre en mantener en la penumbra de su vida. No obstante, al respecto se tiene cierta constancia de que durante este tiempo realizó un viaje por el Caribe, además de ofrecer su apoyo al legitimismo bonapartista, cierto asunto de contrabando de armas a favor de los carlistas españoles (del que extrajo algún pasaje para su relato El tremolino) y, según parece, hasta un intento de suicidio por razones amorosas.
Al filo de 1878 y para escapar al reclutamiento militar ruso, se trasladó a Inglaterra, trabajando como tripulante en barcos de cabotaje en los puertos de Lowestof y Newcastle, ocupando sus ratos de ocio a bordo con una afición un tanto sorprendente para un joven marinero extranjero: la lectura de Shakespeare, lo que le permitió ya a los 21 años un amplio dominio del idioma inglés, lengua en la que escribiría después toda su obra y en la que se consagraría como uno de sus autores clásicos.
Tras obtener la nacionalidad inglesa, pudo presentarse a los exámenes de aptitud de oficial de la marina mercante británica, navegando en el Duke of Sutherland, Highland Forest, Loch Etive, Narcissus, entre otros. Tras obtener el título de capitán, desempeñó dicho cargo en los barcos Torrens y Otago, éste último de bandera australiana.
Al llegar el Imperio británico a su máxima expansión durante el último cuarto del siglo XIX, las necesidades del comercio a gran escala y a larga distancia por vía marítima entre la metrópoli y el rosario de colonias, factorías y puertos que se extendía por todas las costas del mundo, junto con las nuevas tecnologías de la siderurgia y el perfeccionamiento de la máquina de vapor, produjo una crisis en la técnica secular de la navegación impulsada por el viento, debido a que los barcos de vela, pese al romántico canto de cisne de los rápidos Clipper, era incapaz de competir en velocidad de carga y mayor fiabilidad de transporte en los grandes vapores de acero.
Enfrentado a la encrucijada de esos dos mundos que se cruzan sin comprenderse e ignorándose, uno, el dominado por el imprevisible capricho del viento, el de la dura y secular técnica de la navegación a vela y, el otro, el de la esclavitud por la tiranía de la puntualidad y la deshumanización de la vida a bordo, Conrad tomó partido ardiente por el primero, aun sabiendo que estaba irremisiblemente condenado a sucumbir, legándonos, ese es su mayor valor, una galería irrepetible galería de tipos humanos, armadores, oficiales, capitanes y marineros, que lo convirtieron en uno de los clásicos de la literatura del mar, a la altura de otros escritores como Melville y Stevenson.
Como llegó a reconocer en el prólogo a la edición de El espejo del mar, fue gracias al bagaje vital adquirido durante sus años como marino, los episodios vividos durante aquella época, los tipos humanos que pudo conocer y las historias que escuchó en los puertos o durante las tediosas horas a bordo, los que modelaron ese universo geográfico y moral en el que el individuo aparece confrontado en solitario a las fuerzas desatadas de una naturaleza hostil o amenazadora, junto a una fuerte carga de pesimismo respecto a la condición humana y en relación al papel de la civilización, esto último objeto de su relato El corazón de las tinieblas, en el que narró de forma oblicua las atrocidades que se estaban cometiendo contra la población indígena en el estado libre del Congo.
En El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad describió el viaje realizado al Congo a finales del siglo XIX y cuando se publicó, fue tachado de escritor incómodo por quienes dirigían las oficinas coloniales de Londres y Bruselas. Años después sería calificado de racista por los intelectuales del nuevo africanismo. George Orwell, sin embargo, un autor nada sospechoso para los críticos del colonialismo, escribió sobre él: “Conrad es uno de los pocos verdaderos novelistas que posee Inglaterra”.
El argumento de su novela sirvió de inspiración a Francis Ford Coppola para rodar el film Apocalypse Now sobre la guerra de Vietnam.

SU VIDA COMO ESCRITOR
Tras lograr la nacionalidad británica (1886) y escribir su primera novela La locura de Almayer, en 1894, a la vuelta de su último viaje a Australia, conoció a la que sería su mujer, Jessie George, con la que se casó dos años después y residiendo a partir de entonces en el sur de Inglaterra, ya dedicado exclusivamente a su labor literaria. En aquel tiempo trabajó para varias editoriales y llegó a publicar: Un paria de las islas (1896) y al año siguiente Salvamento, El negro del Narcissus y Una avanzada del progreso.
Durante aquellos años llegó a conocer a otros destacados escritores como Rudyard Kipling, Henry James y A.G.Wells, colaborando con Ford Madox Fox en la novela Los herederos.
En 1898 llegó a pasar dificultades económicas debido a su gran afición al juego, por lo que trató infructuosamente de regresar a la marina. Dos años después escribió Tifon y Lord Jim, una de sus más conocidas novelas, que incluso fue llevada al cine protagonizada por el actor Peter O’Toole y en la cual llegó a evocar el traumático accidente que sufrió a bordo del vapor Palestine y que estuvo a punto de costarle la vida. Lejos de ser una convencional película de aventuras, Lord Jim profundiza en la personalidad del personaje, un hombre angustiado, con tintes suicidas, que busca redimirse ante sí mismo, más que ante la propia sociedad.
En los años siguientes publicó con suerte desigual: Nostromo, El espejo del mar y El agente secreto. No obstante, sufrió depresiones y otros problemas de salud, además de continuar inmerso en problemas económicos.
En 1913 le visitó Bertrand Russell y él le devolvió la visita viajando a Cambridge. Al año siguiente y durante un viaje por Polonia, estalló la Primera Guerra Mundial, motivo por el cual la familia tuvo que regresar a Inglaterra por Austria e Italia.
En 1916 el Almirantazgo le encargó diversas comisiones de reconocimiento por varios puertos británicos.
Al finalizar la guerra, se trasladó a Córcega y en 1923 viajó a Estados Unidos. Poco antes de morir, en agosto de 1924 aún tuvo tiempo para rechazar un título nobiliario que le ofreció el gobierno inglés.

CREACIÓN LITERARIA
Sus experiencias y personajes relacionados con el contrabando de armas a favor de los carlistas aparecen descritas en La flecha de oro (1919), especialmente su protagonista, doña Rita, trasunto literario de una amante española que tuvo en esos años, mientras que algunas de sus escalas como marinero en la costa asturiana quedaron descritas en La posada de las dos brujas (1913).
Algunas de sus obras se han etiquetado como románticas, aunque Conrad normalmente suaviza el romanticismo con los giros conflictivos del realismo y la ambigüedad moral de la vida moderna. Por esta razón, muchos críticos lo han situado como precursor del modernismo. Gran parte de sus obras se centran en la vida de los marineros en el mar.
Su primera novela, La locura de Almayer, fue una historia de Malasia escrita en inglés en 1895. Se debe recordar que la llamada lingua franca de la gente culta en la época era el francés, la tercera lengua de Conrad, tras el polaco y el ruso, de manera que es altamente notorio que pudiera escribir de manera tan fluida y efectiva en su cuarta lengua.
Su obra literaria colma la laguna entre la tradición literaria clásica de escritores como Charles Dickens y Fyodor Dostoievsky y las escuelas modernistas literarias. Resulta interesante que Conrad menospreciara a Dostoievsky y a los escritores rusos por norma general, con la excepción de Iván Turgénev.
Junto al autor norteamericano Henry James ha sido llamado escritor pre-modernista, y asimismo puede enmarcarse dentro del simbolismo y el impresionismo literario.
Joseph Conrad, prolífico escritor, gran aventurero y marino, falleció de un ataque al corazón en 1924, siendo enterrado en el cementerio de Canterbury. En su lápida se encuentran inscritos unos versos de Edmund Spencer que dicen:
El sueño tras el esfuerzo,
tras la tempestad el puerto,
el reposo tras la guerra,
la muerte tras la vida harto complacen.